De Quito a París, de San Pablo a Nueva York, los medios de comunicación se expanden, cambian de mano, se reconvierten, y en ese camino, más que nunca, se trenzan en acusaciones de favorecer o perjudicar proyectos políticos. Estos cruces ponen a los medios ante la necesidad de publicar noticias en las que ellos mismos son objeto de la información, lo que dispara dudas profesionales: ¿Cómo hacerlo?, ¿hacerlo? ¿cómo tratar a la competencia?, ¿a quiénes citar? El defensor del lector de The New York Times (NYT), Arthur Brisbane, abordó el tema al aplicarlo a un caso concreto en la guerra que mantiene su propio medio con News Corporation, el grupo de RupertMurdoch. El megaempresario australiano Murdoch entró en colisión directa con el NYT desde que su holding tomó, hace dos años, las riendas de The Wall Street Journal (WSJ) y decidió ampliar la información sobre la ciudad de Nueva York. Murdoch es un rival temible. Al WSJ y a Fox, News Corporation suma el 40% del sistema de TV satelital británico Sky, el diario conservador londinense The Times y los amarillos The Sun y News of the World de la capital británica, además de The New York Post, entre varias decenas de medios en distintos continentes. Tras recibir un reclamo del director de News of the World, Bill Akass, a raíz de un artículo publicado en la revista dominical del NYT el 5 de septiembre pasado, el defensor Brisbane aceptó semanas después parte de la queja. «El Times, o cualquier empresa periodística que cubra información sobre un rival con tanto despliegue, debe hacerlo del modo más despojado posible. La incorporación de especulaciones políticas y diseños que ridiculicen al rival dejan lugar a que algunos perciban intenciones ocultas, y quizás hasta cierto regodeo». El dictamen de Brisbane citó también a otros especialistas que consideraron «gratuitos» párrafos despectivos o especulativos de la nota que tuvieron por fin desacreditar al grupo que amenaza al Times. Sin embargo, el ombudsman del lector del NYT no hizo lugar al reclamo de fondo del director de News of the World, quien había considerado que el gran diario neoyorquino había «refritado una historia vieja» sobre escuchas ilegales a la familia real británica y a otros ricos y famosos para enmascarar un «ataque velado» contra Murdoch. Para Brisbane, tanto las fuentes citadas como la actualidad del tema justificaron la nota. Es decir, no se trató del todo, a su juicio, de una vendetta. El docente Martín Becerra (UBA y UNQ), autor del libro «Los dueños de la palabra», respondió a Ámbito Financiero sobre los riesgos de los diarios a la hora de informar sobre sí mismos o sus rivales: «Depende básicamente del contrato de lectura que tenga el medio con sus lectores. Un diario que editorializa en tapa y en sus títulos podría hasta defraudar si no confronta u opina de acuerdo con su tradición». «En cambio, los medios más generalistas, que establecen un contorno más definido entre información y opinión, empaquetan la realidad detrás de un discurso de pretensión de neutralidad. Si (cuando entran a jugar sus intereses) esos diarios no sinceran que el contrato de lectura cambió, la cantidad de lectores se va reduciendo», indicó Becerra. Paradigma El caso de Murdoch es paradigmático en cuanto a intervención política, por lo que excede la rivalidad con el Times. El grupo inspira, financia y agita al preconstitucional Tea Party. A los millonarios aportes a la campaña republicana para las legislativas del 2 de noviembre, se agrega el alboroto de Fox News. Ese canal, que duplica la audiencia de CNN en EE.UU., emplea como columnistas o presentadores a varios hombres que se barajan como presidenciables republicanos, mientras una de sus estrellas, Glenn Beck, animó manifestaciones multitudinarias del ultraconservador Tea Party. Bill Keller, director del NYT, arriesgó meses atrás un párrafo bajo apariencia de autocrítica: «Sería un error ponerse sentimental sobre la autoridad de los medios en el siglo pasado. Probablemente sería justo decir que la cacofonía de los actuales medios de comunicación -en los que el rumor y la invectiva frecuentemente desplazan a los hechos, en los que títulos gritones sientan solemnes reflexiones, cuando es posible que la gente crea estar plenamente informada sin haberse aproximado siquiera a una idea que contradiga sus prejuicios- juega un cierto papel en la polarización de nuestro sistema político y en el creciente cinismo del electorado». Un párrafo antes, Keller había lamentado que «el último de la raza de magnates de medios es un multimillonario australiano de 79 años, cuyo impacto ha sido más corrosivo que cohesionante»: Murdoch. Probablemente el director Keller tenga razones de quejarse del australiano, pero debe saber que si Fox News organiza manifestaciones para decir que Obama es «marxista» y «musulmán», probablemente hasta gane audiencia. Ante tamañas confesiones de parte, los demócratas y Obama mismo responderán en duros términos, como de hecho lo hacen. En cambio, si su propio medio acepta el convite de subir al ring de box, debe ser pulcro en avisarles a sus lectores cuándo informa y cuándo golpea, porque se lo van a demandar.
Unos tipos con micrófono que insultan más que un hincha desbordado son presentados en las webs y en la tele como apasionados que causan gracia. Antes que ocurrentes espontáneos son, en realidad, violentos equiparables con barrabravas. Es una paradoja que ello ocurra en el Río de la Plata, donde nacieron los mejores relatores de fútbol del mundo. Entre ellos, el mejor, Víctor Hugo. El jugador sublime tuvo al relator sublime. Por su universo de palabras y sus tonos de voz, por sus creaciones artísticas; por su capacidad para leer la jugada y por la precisión de la narración. Casi no aparecen ahora los diálogos que VH presumía entre jugadores o con el árbitro, o el "que sea, que sea, que sea". Pervive el "ta ta ta" y el "no quieran saber". Contemporáneos de Víctor Hugo, hubo y hay relatores brillantes (soy injusto y nombro seis: Juan Carlos Morales, José María Mansilla, José Gabriel Carbajal, el primer Walter Saavedra y el mejor relator argentino que esc...
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