"Ay mi querido, no voy a responder eso. Tengo una hija y soy abuela, por el amor de Dios, no voy a tener este nivel de discusión". Dilma Rousseff puso un punto a esta pregunta formulada por un corresponsal del diario de Rio O Globo. Atosigada por el tema del aborto, que corrió el eje de la campaña brasileña, la postulante oficialista también lidia esta semana con una versión sobre su preferencia sexual que lanzó un periodista y blogger del diario más vendido de Brasil, Folha de S. Paulo. Su rival y socio del grupo Globo recogió el guante lanzó la pregunta que indignó a Rousseff. Se profundiza así la disputa que la postulante oficialista mantuvo con los principales medios brasileños en la semana previa de la primera vuelta. Arriesgo hoy que si Dilma gana, lo que es casi seguro pero cada vez menos seguro, la relación con la prensa hará saltar chispas.
Unos tipos con micrófono que insultan más que un hincha desbordado son presentados en las webs y en la tele como apasionados que causan gracia. Antes que ocurrentes espontáneos son, en realidad, violentos equiparables con barrabravas. Es una paradoja que ello ocurra en el Río de la Plata, donde nacieron los mejores relatores de fútbol del mundo. Entre ellos, el mejor, Víctor Hugo. El jugador sublime tuvo al relator sublime. Por su universo de palabras y sus tonos de voz, por sus creaciones artísticas; por su capacidad para leer la jugada y por la precisión de la narración. Casi no aparecen ahora los diálogos que VH presumía entre jugadores o con el árbitro, o el "que sea, que sea, que sea". Pervive el "ta ta ta" y el "no quieran saber". Contemporáneos de Víctor Hugo, hubo y hay relatores brillantes (soy injusto y nombro seis: Juan Carlos Morales, José María Mansilla, José Gabriel Carbajal, el primer Walter Saavedra y el mejor relator argentino que esc...
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