Lima (enviado especial) - El entusiasta Domingo Bazalar, 75 años, insta a otro hombre, mayor que él, a hablar con Ámbito Financiero. «Venga, venga, están buscando declaraciones del pueblo. ¿No puede? Vaya usted con Dios, tiene usted miedo», se pregunta y se responde asertivo este mecánico jubilado, sombrero estilo «Piluso», que gana 400 soles mensuales (u$s 140).
El amigo de Bazalar entra y cierra la puerta del complejo ubicado en Huanta 840, en Barrios Altos, populosa zona de Lima. No hay ningún cartel indicativo de que en este edificio, en el que viven unas doce familias, a media cuadra de Plaza Italia, epicentro de la vida social de Lima hace varias décadas, tuvo lugar la masacre de Barrios Altos, uno de los crímenes de lesa humanidad por los que fue condenado Alberto Fujimori a 25 años de prisión.
El mecánico, que vive en el 838 de Huanta desde que nació, recuerda lo ocurrido enla noche del 3 de noviembre de 1991: «El padre de la otra candidata (por Keiko Fujimori) es una persona deshonesta, que ha delinquido, que ha hecho lo peor. Aquí vino una noche un grupo de (Vladimiro) Montesinos a matar a la gente, en este callejón. Mataron a gente trabajadora, honesta, aunque también había terroristas aquí adentro».
Esa noche, los vecinos realizaban una «pollada», rito tradicional que consiste en cocinar pollos a la parrilla y venderlos en el barrio para juntar fondos. En aquel caso, procuraban financiar reparaciones en el antiquísimo edificio, hoy pintado de celeste y -cuenta Bazalar- próximo a ser demolido.
Indemnización
Un escuadrón del Grupo Colina, creado bajo la órbita de Inteligencia del Ejército, irrumpió en la celebración en busca de presuntos terroristas y perpetró la matanza de 15 personas, incluido un niño. Se supone que la célula confundió el blanco y luego arrasó con los presentes, para borrar testigos.
Algunos familiares de las víctimas se han mudado, dado que recibieron una indemnización de u$s 175.000 por parte del Gobierno de Alejandro Toledo.
Horas antes de conocer el desenlace de las elecciones de ayer, Bazalar no ahorraba críticas hacia el fujimorismo, pero confiaba en que, ante un hipotético Gobierno de Keiko, «matanzas ya no va a haber, pero volverán los robos que se produjeron en este país». «Dicen que ha desaparecido la pobreza de Perú. ¡Cómo va a desaparecer, si la gente vive en estos tugurios, en estos callejones, porque no tiene trabajo!». Fin de la proclama, no sin antes aclarar que el de Ollanta Humala no es «un partido de izquierda popular, revolucionaria ni nada. Es un partido demócrata que defiende al pueblo».
Barrios Altos se ubica próximo al centro histórico de Lima, aunque no sugerido por los mapas turísticos pese al valor histórico de sus edificios, bastante venidos a menos.
Vale recordar que Keiko Fujimori también tiene una base electoral humilde. En las periféricas Lima Este y Norte, que han recibido olas de migrantes del interior en las últimas dos décadas, la candidata conservadora cosechó ayer gran parte de un caudal que, según las proyecciones, le daría una sólida ventaja en la capital.
El apoyo a la joven de 36 años también se hizo notar con diferencia en las zonas de Lima de mayor poder adquisitivo, como San Isidro, La Molina y Miraflores, o en Monterrico, donde las casas se ocultan detrás de árboles, murallones y garitas de seguridad.
«Temo que haga lo de José Velasco Alvarado (general nacionalista de izquierda que gobernó entre 1968 y 1975), que nos ha hecho retroceder treinta años, que es lo que nos llevan Chile o la Argentina», explica a este diario Alessandro Chipulinasobre la avenida comandante Espinar de San Isidro.
El de este ingeniero en sistemas es un caso representativo del segmento de derecha que en primera vuelta votó por el empresario Pedro Pablo Kucs (18,5%, tercero) y que en el balotaje, para bloquear el ascenso de una propuesta a la que tildan de «chavista», se definió en forma casi unánime por Fujimori.
«Frente a mi casa, los terroristas quisieron estallar una bomba. Fujimori había derrotado al terrorismo y eso era más importante que si se llevó algo de plata», resumió Chipulina a la salida de un local de votación, a metros del óvalo Gutiérrez.
El amigo de Bazalar entra y cierra la puerta del complejo ubicado en Huanta 840, en Barrios Altos, populosa zona de Lima. No hay ningún cartel indicativo de que en este edificio, en el que viven unas doce familias, a media cuadra de Plaza Italia, epicentro de la vida social de Lima hace varias décadas, tuvo lugar la masacre de Barrios Altos, uno de los crímenes de lesa humanidad por los que fue condenado Alberto Fujimori a 25 años de prisión.
El mecánico, que vive en el 838 de Huanta desde que nació, recuerda lo ocurrido enla noche del 3 de noviembre de 1991: «El padre de la otra candidata (por Keiko Fujimori) es una persona deshonesta, que ha delinquido, que ha hecho lo peor. Aquí vino una noche un grupo de (Vladimiro) Montesinos a matar a la gente, en este callejón. Mataron a gente trabajadora, honesta, aunque también había terroristas aquí adentro».
Esa noche, los vecinos realizaban una «pollada», rito tradicional que consiste en cocinar pollos a la parrilla y venderlos en el barrio para juntar fondos. En aquel caso, procuraban financiar reparaciones en el antiquísimo edificio, hoy pintado de celeste y -cuenta Bazalar- próximo a ser demolido.
Indemnización
Un escuadrón del Grupo Colina, creado bajo la órbita de Inteligencia del Ejército, irrumpió en la celebración en busca de presuntos terroristas y perpetró la matanza de 15 personas, incluido un niño. Se supone que la célula confundió el blanco y luego arrasó con los presentes, para borrar testigos.
Algunos familiares de las víctimas se han mudado, dado que recibieron una indemnización de u$s 175.000 por parte del Gobierno de Alejandro Toledo.
Horas antes de conocer el desenlace de las elecciones de ayer, Bazalar no ahorraba críticas hacia el fujimorismo, pero confiaba en que, ante un hipotético Gobierno de Keiko, «matanzas ya no va a haber, pero volverán los robos que se produjeron en este país». «Dicen que ha desaparecido la pobreza de Perú. ¡Cómo va a desaparecer, si la gente vive en estos tugurios, en estos callejones, porque no tiene trabajo!». Fin de la proclama, no sin antes aclarar que el de Ollanta Humala no es «un partido de izquierda popular, revolucionaria ni nada. Es un partido demócrata que defiende al pueblo».
Barrios Altos se ubica próximo al centro histórico de Lima, aunque no sugerido por los mapas turísticos pese al valor histórico de sus edificios, bastante venidos a menos.
Vale recordar que Keiko Fujimori también tiene una base electoral humilde. En las periféricas Lima Este y Norte, que han recibido olas de migrantes del interior en las últimas dos décadas, la candidata conservadora cosechó ayer gran parte de un caudal que, según las proyecciones, le daría una sólida ventaja en la capital.
El apoyo a la joven de 36 años también se hizo notar con diferencia en las zonas de Lima de mayor poder adquisitivo, como San Isidro, La Molina y Miraflores, o en Monterrico, donde las casas se ocultan detrás de árboles, murallones y garitas de seguridad.
«Temo que haga lo de José Velasco Alvarado (general nacionalista de izquierda que gobernó entre 1968 y 1975), que nos ha hecho retroceder treinta años, que es lo que nos llevan Chile o la Argentina», explica a este diario Alessandro Chipulinasobre la avenida comandante Espinar de San Isidro.
El de este ingeniero en sistemas es un caso representativo del segmento de derecha que en primera vuelta votó por el empresario Pedro Pablo Kucs (18,5%, tercero) y que en el balotaje, para bloquear el ascenso de una propuesta a la que tildan de «chavista», se definió en forma casi unánime por Fujimori.
«Frente a mi casa, los terroristas quisieron estallar una bomba. Fujimori había derrotado al terrorismo y eso era más importante que si se llevó algo de plata», resumió Chipulina a la salida de un local de votación, a metros del óvalo Gutiérrez.