Nueva York (enviado especial) - 4 de noviembre de 2008, 23.41, horario de Chicago. Barack Obama envía un e-mail a sus seguidores titulado: «Cómo ocurrió». «Estoy por ir al Grant Park a hablar a todos los allí reunidos, pero quería escribirte a vos primero». 6 de noviembre de 2012, 23.59. Obama envía un mensaje a sus seguidores, titulado: «Cómo ocurrió». «Estoy por hablar a la multitud aquí en Chicago, pero quería agradecerte a vos primero».
Idéntica estrategia, distinto escenario, otra experiencia. Por lo pronto, cambió la audiencia. El demócrata se dirigió hace cuatro años a una multitud festiva en el Grant Park de la ciudad que lo vio nacer políticamente, en la antesala de su asunción presidencial en la que sería acompañado por un millón de personas en el National Mall de Wa-shington. Este martes por la noche, Obama habló ante unos 15.000 adherentes en el centro de convenciones McCormick Place, quienes lo escucharon, más que con esperanza, con alivio.
El presidente reelecto abrevó en recursos de rigor para su estilo y el de la política norteamericana. Felicitó a Mitt Romney, a su esposa, a sus hijos. «Peleamos duramente, pero sólo porque amamos a este país». Sonrojó a Michelle: «Nunca te he querido más ni me he sentido más orgulloso al ver al resto de Estados Unidos enamorarse de vos». Entusiasmó el ego estadounidense. «Lo que hace excepcional a Estados Unidos son los lazos que mantienen unida a la nación más diversa de la Tierra». Confió en el futuro:«Lo mejor está por venir».
Dicho esto, el mandatario definió las que serán sus prioridades hasta 2017, menos inasibles que las promesas genéricas y hasta contradictorias de hace cuatro años. Obama puso ahora las cartas sobre la mesa con el capital político que supone la obtención de al menos 303 delegados en el Colegio Electoral, consciente de que el ratificado dominio de los republicanos en la Cámara de Representantes podría transformarse en un escollo irreductible más temprano que tarde.
El jefe de la Casa Blanca dijo en Chicago:
«Creemos en un Estados Unidos generoso, compasivo, tolerante, abierto a los sueños de la hija de un inmigrante que estudia en nuestras escuelas y jura lealtad a nuestra bandera».
De esta manera, confirmó que no va a expulsar del país a hijos de inmigrantes sin papeles y que va a impulsar la regularización de extranjeros, en una decisión ineludible de cara a un electorado que se va haciendo cada vez más indispensable para ganar.
«No importa de dónde venís, si sos negro o blanco, o hispano, homosexual o no». El postulante se manifestó a favor del matrimonio gay, que el martes recibió el aval en tres estados que sometieron el asunto a referéndum, un extremo que resulta inadmisible para la mayoría de los conservadores.
«Trabajar con los líderes demócratas y republicanos para reducir el déficit federal de la nación, reformar el código tributario». Se trata de una discusión inminente y clave. En 2013 vence el esquema impositivo heredado de George W. Bush, que supone exenciones más beneficiosas cuanto más alta es la escala de bienes e ingresos, pero que a la vez involucra a muchas familias de clase media y afecta a diversas áreas del Estado.
«Queremos que nuestros chicos crezcan en un país con acceso a las mejores escuelas. Que vivan en un Estados Unidos que no esté sobrecargado de deudas, que no se debilite por la desigualdad». Obama prometió recortes por u$s 5,5 billones en 10 años (un tercio de la deuda, cinco veces el déficit fiscal anual), pero a su vez dejó claro que peleará por recursos para sostener la reforma sanitaria, cuyo cuerpo principal entrará en vigor en 2014.
Para lograr sus objetivos se encontrará con el filtro de la Cámara de Representantes. Así como los demócratas lograron un avance en el Senado, muchos representantes conservadores, incluso de la línea dura vinculada al Tea Party que llegaron al Congreso en 2010, lograron resistir la avanzada.
El resultado abre un período de redefinición del liderazgo en la oposición.
Daniel di Salvo, docente de Ciencias Políticas en el City College de la Universidad de Nueva York, remarca ante Ámbito Financiero que el jefe de la Cámara de Representantes, John Boehner, deberá lidiar con «el grupo del Tea Party, y es posible que ellos interpreten la elección como que el partido tuvo un mal candidato en el personaje de Romney». «A su vez, la derrota de los candidatos al Senado en Indiana y Misuri (que hablaron con liviandad sobre las violaciones durante la campaña) indica que el extremismo en temas culturales no tiene mucho apoyo. Con este escenario, Boehner tiene que alcanzar compromisos con Obama, sobre todo en el déficit y la deuda».
El representante (diputado) Paul Ryan, el joven candidato a vicepresidente que acompañó a Romney, es el autor de un presupuesto alternativo en las antípodas de los deseos del jefe de Estado. Figura con futuro dentro de su partido, y en cuanto pase la tregua, que supone toda elección, podrá tener la voz cantante para trabar todas las iniciativas del presidente. En todo caso, la tradición del Partido Republicano, los medios que les son afines y la dirigencia que lleva la voz cantante parece orientarse mucho más a un escenario de confrontación que de acuerdos.
En su primer mandato, Obama convocó periódicamente a un grupo de historiadores a la Casa Blanca. Algunos de ellos filtraron que el jefe de Estado estaba especialmente interesado en saber cómo había hecho Ronald Reaganpara ganar la reelección en 1984, en un contexto económico adverso. Preguntó también por el nexo real entre el Tea Party y ciertas tradiciones históricas, y cómo había eludido Theodore Roosevelt las trabas del Congreso a sus iniciativas. «Era casi como si él estuviera escribiendo su propio libro de historia sobre él mismo», narró David Kennedy a The New York Times. El ajustado resultado estuvo cerca de dejar a Obama apenas como un paréntesis, relevante sobre todo por su valor simbólico antes que por su legado de Gobierno. En este segundo mandato, quizás el abogado de Chicago, menos épico, más realista, pueda pasar a la historia.
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