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El presidente Barack Obama se mostró ayer con su familia -en la fotografía con su hija menor, Mali- en el aeropuerto de Chicago, desde donde partió a Washington.
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Nueva York - Sin descanso tras una campaña agotadora, Barack Obama afrontó ayer un desafío inminente de cara a su segundo período en la Casa Blanca, como es la reforma del esquema impositivo que vence a fin de año. El presidente reelecto utilizó el discurso de la victoria, que pronunció pasada la medianoche del martes ante unos 15.000 partidarios en Chicago, para instar a la oposición a sellar acuerdos parlamentarios y, en la mañana de ayer, en el marco de un día sin actividad oficial, se comunicó con los líderes de ambas cámaras.
La primera respuesta que obtuvo del titular de la Cámara de Representantes, John Boehner, fue en línea con el deseo de «trabajar juntos», pero ello no adelanta demasiado lo que va a ocurrir en ese cuerpo legislativo, cuya mayoría republicana fue ratificada en las urnas.
La oposición, sin liderazgo a la vista tras la derrota de Mitt Romney, comenzó ayer mismo a pasarse facturas, amén del hecho de que Boehner, representante por Ohio, se ubica en un ala dialoguista, que no es hegemónica en el partido. Sólo trascendió que por la mañana, antes de viajar a Washington DC, Obama trató de consensuar una agenda con Boehner y el titular del Senado, el demócrata Harry Reid.
Listos para gobernar
«Señor presidente, éste es su momento. Estamos listos para gobernar, no como demócratas o republicanos, como estadounidenses», dijo Boehner en una declaración por la tarde. Sin embargo, el representante advirtió que su partido se opone a mayores cargas a los empresarios y a aumentar la tasa sobre el patrimonio. Por lo pronto, un objetivo de Obama es cobrar más impuestos a quienes ganan más de u$s 250.000 anuales.
El resultado oficial marcó que el oficialismo habría obtenido 332 delegados de los 270 necesarios en el Colegio Electoral, incluidos los 29 de Florida, el «swing state» que resultó más peleado (49,9% a 49,3%). En el cómputo nacional, el jefe de la Casa Blanca sumó 60,45 millones de votos, es decir, el 50,3%; contra 57,64 millones del exgobernador de Massachusetts, un 48,1%. Obama había cosechado el 52,9% hace cuatro años, y también había vencido en Carolina del Norte e Indiana, donde perdió esta vez.
El mapa ratificó el dominio de los demócratas en ambas costas, en las que se destacan California (55 delegados), en el oeste, y Nueva York (29), en el este. Texas (34) y Georgia (16) fueron los bastiones más redituables para Romney, en un contexto de victorias conservadoras en la mayoría de los estados del centro del país.
Abrumador
Si se observa la distribución del voto por condado, el colorado, que identifica a los republicanos, se presenta abrumador. Tiñe incluso varios estados obtenidos por Obama. La clave está en que el Partido Demócrata (PD) vence por amplio margen en las ciudades más pobladas, en un dato preocupante para los conservadores, en la medida en que es más representativo de la diversidad del país, que crece.
Un botón de muestra de hasta qué punto llega el dominio conservador en el centro del país es el condado de Cimarron, Oklahoma, en el que Romney sumó un 90,4% de los votos frente al 9,6% de su rival, pero allí votan menos de 1.500 personas. En cuanto al Senado, el PD recuperó la denominada «banca Kennedy», por Massachusetts, que había sido arrebatada en 2010, tras la muerte de Ted Kennedy, y una representación por Indiana.
La Cámara alta, que se renovó en un tercio, quedará con 54 asientos demócratas, 1 independiente aliado y 45 del Partido Republicano (PR). En Representantes, en cambio, los conservadores sumaban 233 contra 192 oficialistas, con 9 legisladores a dilucidar.
Obama obtuvo una victoria abrumadora, en relación 9,3 a 0,7, en la comunidad negra (13% del total de los sufragantes), y contundente, 7 a 3, entre los latinos (10%) y asiáticos (3%), (ver aparte). «Este escenario es un desafío muy grande para el Partido Republicano, porque si sigue así (de acuerdo con la proyección del crecimiento demográfico), en 2016 Arizona será un estado en riesgo, y Texas lo será en 2020», indicó a este diario Daniel Di Salvo, docente de Ciencias Políticas del City College en la Universidad de Nueva York.
Entre muchas declaraciones cruzadas que combinaron quejas contra los medios, llamados a no resignarse, críticas a la estrategia en varios distritos,John Weaver, un asesor republicano citado por la prensa local, admitió: «Tenemos que solucionar nuestro problema con los hispanos tan pronto como sea posible, no tenemos que tolerar la intolerancia».
* Enviado Especial a EEUU |
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