Sebastián Lacunza
El Correo
Buenos Aires - Se desempeñaban como ejecutivos y rara vez emitían opiniones políticas en público. A la cabeza de empresas argentinas y multinacionales, ganaban sueldos mensuales de decenas de miles de euros, recibían frondosos bonos de fin de año y pasaban sus vacaciones en Pinamar, Punta del Este o Miami. Muchos de ellos hicieron carrera en el exterior y obtuvieron algún MBA en universidades estadounidenses. Hoy, atraídos por el nuevo presidente argentino, el conservador Mauricio Macri, decenas de hombres de negocios (también hay mujeres, pero en número claramente menor) dejaron el paraíso y pasaron a desempeñarse como ministros, secretarios de Estado o directores de empresas estatales, con sueldos mucho menores a los que ofrece Wall Street. Afirman que los ganó su vocación de servicio y ven en Macri, un millonario, a un hacedor.
El Correo
Buenos Aires - Se desempeñaban como ejecutivos y rara vez emitían opiniones políticas en público. A la cabeza de empresas argentinas y multinacionales, ganaban sueldos mensuales de decenas de miles de euros, recibían frondosos bonos de fin de año y pasaban sus vacaciones en Pinamar, Punta del Este o Miami. Muchos de ellos hicieron carrera en el exterior y obtuvieron algún MBA en universidades estadounidenses. Hoy, atraídos por el nuevo presidente argentino, el conservador Mauricio Macri, decenas de hombres de negocios (también hay mujeres, pero en número claramente menor) dejaron el paraíso y pasaron a desempeñarse como ministros, secretarios de Estado o directores de empresas estatales, con sueldos mucho menores a los que ofrece Wall Street. Afirman que los ganó su vocación de servicio y ven en Macri, un millonario, a un hacedor.
La lista de ejecutivos de empresas devenidos en funcionarios
es extensa, incluso más significativa que la de políticos tradicionales de centroderecha
que ocupan una silla por la que pelearon toda su vida adulta. Sin embargo, lo
que puede verse como un activo, que es la eficiencia de gestión y el
pragmatismo, tiene una contracara en el probable conflicto de intereses.
Tal es el caso del ministro de Energía, Juan José Aranguren,
quien hasta junio de 2015 se desempeñó como presidente de la filial local de la
petrolera Shell. Aranguren puso al mando de secretarías y subsecretarías de
Estado del área de Energía, así como organismos de control, a exejecutivos de Pan
American Energy, Exxon, Repsol, Edesur (Enel-Endesa) y Metrogás, entre otras firmas
del sector.
Bajo la órbita de este equipo deberá trabajar la petrolera
YPF, cuya mayoría accionaria el gobierno kirchnerista expropió de Repsol 2012. YPF
se transformó en un bandera del segundo mandato de Cristina Kirchner, pero la
política expansiva para fortalecer la compañía chocó con frecuencia con las
severas críticas de Aranguren mientras éste dirigía Shell.
Otro caso que genera ruido es el de la abogada María Eugenia Talerico, designada
vicepresidenta de la Unidad de Información Financiera, organismo encargado de
detectar el lavado de dinero. Esta experta en derecho tributario defendió al banco
británico HSBC justamente ante la UIF en procesos iniciados por supuesto fraude, entre ellos el de las cuentas suizas dadas a conocer por el
ingeniero italo-francés Hervé Falciani.
Las repercusiones de estos conflictos de intereses latentes
llegan hasta uno de los abogados propuestos por Macri para ocupar una de las
sillas vacantes en la Corte Suprema, Mauricio Rosenkrantz. Este académico se
dedicaba al derecho comercial y tenía entre sus clientes a grandes firmas, como
el fondo Pegasus, cuyo extitular es Mario Quintana, hoy secretario de
Coordinación Interministerial de la jefatura de Gabinete.