Escribe
Sebatián Lacunza
Editor-in-Chief
La aluvional victoria del PRO en la ciudad de Buenos Aires, con amplios márgenes en casi todos los barrios, marca un salto cualitativo para el partido creado por Mauricio Macri. Si bien el oficialismo de la Ciudad repitió en las primarias de ayer un porcentaje similar al obtenido por el actual jefe de Gobierno en 2011, el podio del PRO suma a Horacio Rodríguez Larreta, un hombre pasible de ser definido más como un estratega que como un político carismático. De alguna manera, el partido de centroderecha más importante de la historia de la democracia argentina se independiza ahora de su padre y financista fundacional, con un premio a una gestión y una identidad política que satisface a muchos porteños.
A las puertas de su tercer mandato en la alcaldía de la ciudad de Buenos Aires, no hace falta decir que el PRO llegó para quedarse, con presencia decisiva en todas las clases sociales. De Villa Soldati, un barrio con características sociodemográficas asimilables al conurbano bonaerense, a Belgrano, con un ingreso per cápita de elite, la formación de Macri tiene mucho para decir. Los números indican, una vez más, que el predominio del centroderecha entre los porteños de ingresos medio-altos y altos no debería envidiar la persistencia del voto kirchnerista/peronista en barrios populares de La Matanza.
Que casi la mitad de los porteños haya reiterado su apoyo al PRO representa un impulso indudable para la candidatura presidencial de Mauricio Macri, aunque no decisivo. La ciudad de Buenos Aires es casi el único distrito del país en el que el PRO es claramente el padre de la victoria, sin aliados relevantes, más allá del caso de Santa Fe, cuyo candidato, Miguel del Sel, no es precisamente un carta de la cual un postulante presidencial se debería enorgullecer. El escenario contrario, es decir, si la suma de Rodríguez Larreta y Gabriela Michetti hubiera alcanzado un mezquino 35 por ciento del apoyo de la Capital Federal, con algún centrista como Martín Lousteau acechando en el mismo mercado y el kirchnerismo parado sobre su persistente 20 por ciento de los votantes, hoy el proyecto presidencial de Macri habría entrado en un cono de sombras. En esa hipótesis no concretada, el peronista disidente Sergio Massa, de presencia fantasmal en los comicios de ayer, habría encontrado algún atisbo de esperanza. No fue el caso y, en consecuencia, el exintendente de Tigre, cuya influencia no desnivela ninguna provincia salvo la propia, deberá apelar a alguna audacia política en las próximas semanas para que su candidatura presidencial no entre en una pendiente.
A Massa parece que se le acaban los conejos de la galera. Por caso, para la Capital Federal había prometido un “candidato sorpresa”. Nada más contrario a esa ilusión que el tecnócrata y ex polifuncionario Guillermo Neilsen. No obstante, si algo no le falta al exjefe de Gabinete es, justamente, audacia, y no es menor el hecho de que su bastión, la provincia de Buenos Aires, albergue más de un tercio del total del padrón nacional. Allí, precisamente, Macri busca dónde hacer pie. La UCR que lidera Ernesto Sanz tiene poco y nada para ofrecerle.
Martín Lousteau (apadrinado, en teoría, por Elisa Carrió y Sanz) y Graciela Ocaña estuvieron negociando su asociación con el PRO en meses pasados hasta que decidieron armar un frente opositor bajo la extraña sigla ECO. Su notable performance, que sorprendió a propios y extraños, no despeja en nada el desvarío que afectó al espacio de UNEN desde su creación.
Un rictus amargo afectaba anoche a los hombres y mujeres del Frente para la Victoria apostados en el NH Tango, a metros del Obelisco, cuando la suma de los siete candidatos kirchneristas arrojaba un número ocho puntos inferior al obtenido por Daniel Filmus hace cuatro años. Con un postulante, Mariano Recalde, que asomó a los temas municipales de la Cuidad hace apenas dos meses, el kirchnerismo descendió un poco más su piso y quedó tercero. Al menos, desde Neuquén llegaron votos que ratificaron la competitividad del FPV, combinado con el tenue resultado obtenido por el candidato apoyado por Macri, el radical Jorge Quiroga, quien ocupó más espacio en la prensa que en las urnas.
Por último, el escueto resultado para el Frente de Izquierda, con menos de un tercio del porcentaje obtenido semanas atrás en Salta y Mendoza, confirma que la vidriera de más peso simbólico, la Capital Federal, y la provincia más poblado, Buenos Aires, son anclas que limitan su proyección nacional.
Sebatián Lacunza
Editor-in-Chief
La aluvional victoria del PRO en la ciudad de Buenos Aires, con amplios márgenes en casi todos los barrios, marca un salto cualitativo para el partido creado por Mauricio Macri. Si bien el oficialismo de la Ciudad repitió en las primarias de ayer un porcentaje similar al obtenido por el actual jefe de Gobierno en 2011, el podio del PRO suma a Horacio Rodríguez Larreta, un hombre pasible de ser definido más como un estratega que como un político carismático. De alguna manera, el partido de centroderecha más importante de la historia de la democracia argentina se independiza ahora de su padre y financista fundacional, con un premio a una gestión y una identidad política que satisface a muchos porteños.
A las puertas de su tercer mandato en la alcaldía de la ciudad de Buenos Aires, no hace falta decir que el PRO llegó para quedarse, con presencia decisiva en todas las clases sociales. De Villa Soldati, un barrio con características sociodemográficas asimilables al conurbano bonaerense, a Belgrano, con un ingreso per cápita de elite, la formación de Macri tiene mucho para decir. Los números indican, una vez más, que el predominio del centroderecha entre los porteños de ingresos medio-altos y altos no debería envidiar la persistencia del voto kirchnerista/peronista en barrios populares de La Matanza.
Que casi la mitad de los porteños haya reiterado su apoyo al PRO representa un impulso indudable para la candidatura presidencial de Mauricio Macri, aunque no decisivo. La ciudad de Buenos Aires es casi el único distrito del país en el que el PRO es claramente el padre de la victoria, sin aliados relevantes, más allá del caso de Santa Fe, cuyo candidato, Miguel del Sel, no es precisamente un carta de la cual un postulante presidencial se debería enorgullecer. El escenario contrario, es decir, si la suma de Rodríguez Larreta y Gabriela Michetti hubiera alcanzado un mezquino 35 por ciento del apoyo de la Capital Federal, con algún centrista como Martín Lousteau acechando en el mismo mercado y el kirchnerismo parado sobre su persistente 20 por ciento de los votantes, hoy el proyecto presidencial de Macri habría entrado en un cono de sombras. En esa hipótesis no concretada, el peronista disidente Sergio Massa, de presencia fantasmal en los comicios de ayer, habría encontrado algún atisbo de esperanza. No fue el caso y, en consecuencia, el exintendente de Tigre, cuya influencia no desnivela ninguna provincia salvo la propia, deberá apelar a alguna audacia política en las próximas semanas para que su candidatura presidencial no entre en una pendiente.
A Massa parece que se le acaban los conejos de la galera. Por caso, para la Capital Federal había prometido un “candidato sorpresa”. Nada más contrario a esa ilusión que el tecnócrata y ex polifuncionario Guillermo Neilsen. No obstante, si algo no le falta al exjefe de Gabinete es, justamente, audacia, y no es menor el hecho de que su bastión, la provincia de Buenos Aires, albergue más de un tercio del total del padrón nacional. Allí, precisamente, Macri busca dónde hacer pie. La UCR que lidera Ernesto Sanz tiene poco y nada para ofrecerle.
Martín Lousteau (apadrinado, en teoría, por Elisa Carrió y Sanz) y Graciela Ocaña estuvieron negociando su asociación con el PRO en meses pasados hasta que decidieron armar un frente opositor bajo la extraña sigla ECO. Su notable performance, que sorprendió a propios y extraños, no despeja en nada el desvarío que afectó al espacio de UNEN desde su creación.
Un rictus amargo afectaba anoche a los hombres y mujeres del Frente para la Victoria apostados en el NH Tango, a metros del Obelisco, cuando la suma de los siete candidatos kirchneristas arrojaba un número ocho puntos inferior al obtenido por Daniel Filmus hace cuatro años. Con un postulante, Mariano Recalde, que asomó a los temas municipales de la Cuidad hace apenas dos meses, el kirchnerismo descendió un poco más su piso y quedó tercero. Al menos, desde Neuquén llegaron votos que ratificaron la competitividad del FPV, combinado con el tenue resultado obtenido por el candidato apoyado por Macri, el radical Jorge Quiroga, quien ocupó más espacio en la prensa que en las urnas.
Por último, el escueto resultado para el Frente de Izquierda, con menos de un tercio del porcentaje obtenido semanas atrás en Salta y Mendoza, confirma que la vidriera de más peso simbólico, la Capital Federal, y la provincia más poblado, Buenos Aires, son anclas que limitan su proyección nacional.