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Celebración a lo grande esta noche



El festejo de Macri, Larreta y Michetti ocurrirá en un lugar que debería ser público


Escribe
Sebastián Lacunza
Editor-in-Chief

Las pantallas televisivas mostrarán esta noche un festejo con globos coloridos, música y abrazos emocionados. Salvo imprevistos, la algarabía se apoderará del centro Costa Salguero, ubicado a orillas del Río de la Plata y a varias cuadras del ingreso al Aeroparque metropolitano. Alguna vez, Buenos Aires se pudo haber ilusionado con que esas 17 hectáreas serían un formidable espacio para hacer deportes e intentar, en vano, divisar la línea de Uruguay del otro lado del río más ancho del mundo. En cambio, desde que fuera inaugurado este desangelado complejo, en 1994, allí no entra ningún porteño si no es con invitación o pagando una entrada, según disponga el organizador.
El subte más cercano de ese lugar privilegiado de Buenos Aires, equidistante entre Ciudad Universitaria y Puerto Madero, se encuentra a unos 2,5 kilómetros. En consecuencia, quien desee acercarse esta noche al festejo del PRO en Costa Salguero se verá obligado a usar su propio auto o pagar un taxi, o bien tomarse en Retiro, en Quilmes o en Constitución el colectivo 33, una de las líneas más desvencijadas de las que recorren la Ciudad.
Ese complejo de 40.000 metros cuadrados ocupado en partes iguales por pabellones y un área abierta es uno de los mayores íconos de la segregación de la ciudad de Buenos Aires. ¿Es responsabilidad de Macri, quien acaba ocho años de gobierno con un nivel de aprobación entre los porteños que supera el 50 por ciento, según admiten hasta encuestadores kirchneristas? En lo que le toca, lo es. Dos mandatos no alcanzaron al jefe de Gobierno y candidato presidencial del PRO para ampliar en modo perceptible los accesos a la costanera. Para “democratizar” el río, como se diría hoy.
Costa Salguero (complejo en el que Macri festejó el casamiento con Juliana Awada) comenzó a funcionar en 1994, cuando el intendente de la Ciudad era apenas un delegado del Presidente (entonces, Carlos Menem). Luego vinieron los jefes de Gobierno electos por voluntad popular: Fernando de la Rúa (reemplazado por su amigo Enrique Olivera), Aníbal Ibarra (reemplazado tras su destitución por Jorge Telerman) y Macri. Costa Salguero los sobrevivió a todos. Exfuncionarios y aliados a De la Rúa (UCR) hoy ocupan puestos en el gobierno del PRO y en, al menos, tres de las listas opositoras que se presentan hoy para gobernar la capital argentina. Ibarra, por su parte, se vuelve a proponer como candidato, en este caso, dentro del Frente para la Victoria. El sciolista Telerman, se supone, adhiere también a la boleta kirchnerista que, con sus siete candidatos, tratará de ocupar el segundo puesto, por encima de la propuesta ECO de Martín Lousteau y Graciela Ocaña, allí donde se refugian los hombres del operador radical Enrique Nosiglia en cohabitación con aliados de Elisa Carrió.
Los vasos comunicantes entre gran parte del arco político de la Ciudad, por no hablar de “política de Estado”, no se agotan en el hecho de haber tolerado la virtual privatización de parques públicos, más allá de algún tenue avance emprendido durante la gestión de Ibarra. Grúas que actúan como rapiñadores del asfalto antes que como controladores de estacionamiento, contratos leoninos con empresas de basura cartelizadas (y de excelente vínculo con Hugo Moyano) y excepciones para violentar la línea de edificación de los barrios son otros ejes estructurales que casi no han cambiado desde los tiempos de Menem.
Pero el macrismo va a ganar. Si la suma de Horacio Rodríguez Larreta y Gabriela Michetti no arrasa hoy, transformando en un mero trámite la elección de julio, establecerá un margen lo suficientemente amplio como para ajustar clavijas con calma. Será, acaso, porque la quincena de postulantes a alcalde de la gran capital de América Latina que se definen como “progresistas” o de izquierda no generan la suficiente confianza en cuanto a que puedan llevar a cabo una agenda transformadora en temas medulares como educación, salud y transporte. 
Por lo pronto, los críticos del PRO deberán reconocer que Macri, en su segundo mandato, puso en acción el generoso presupuesto porteño. Hoy, la ciudad tiene más calles peatonales en el centro, una innovadora sede de gobierno que revoluciona un barrio otrora marginado como Parque Patricios y unas cuantas obras que favorecen el tránsito en los barrios. No sólo ello. La oposición a Macri debería tomar nota de que para gobernar la Ciudad se requiere armar equipos, sumar militantes y perseverar más allá de las derrotas, a la vez que complejizar el argumento de que el principal grupo de medios de la Argentina apoya al PRO. La política no se trata de espasmos cuando se acercan las elecciones, porque tal precariedad queda expuesta ante votantes que, a veces, priorizan la gobernabilidad.
En las últimas horas, Rodríguez Larreta, el jefe de Gabinete y principal ejecutor de las políticas de Macri, dejaba trascender un marcado optimismo en cuanto a vencer por margen considerable a la desafiante Michetti. Si ello no ocurriere, habrá crujido el aparato partidario, pero la candidatura presidencial del PRO no se verá afectada por algo tan natural en política como que afloren líneas internas. Todos los dirigentes del partido de Macri están embebidos del efectismo del festejo, por lo que la foto de esta noche mostrará a Larreta y a Michetti subidos al escenario prometiendo luchar por la candidatura presidencial de su jefe.

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