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Pecado: gastar mal en salud

Escribe
Sebastián Lacunza
Una inversión en salud considerable, que alcanza el 10,2% del Producto Bruto Interno (PBI), superior en términos per cápita al de todos los países de Sudamérica analizados, no se traduce en indicadores sanitarios acordes con el gasto, de acuerdo con un estudio del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

El informe detallado del Índice de Desarrollo Humano (IDH) 2010 de esa oficina de la ONU revela que la Argentina invierte por cada habitante cerca de u$s 1.400 anuales (medidos por paridad de poder adquisitivo), lo que representa alrededor del 50% más que países como Chile, Uruguay, Venezuela y Brasil.

Sin embargo, al cruzar esos datos con un índice sensible para evaluar el sistema de salud, como la mortalidad infantil, se comprueba que la Argentina exhibe un nivel muy superior al de Chile (país que se aproxima a Cuba en ese rubro) y apenas por debajo de Uruguay y Venezuela.

En el gráfico adjunto, se observa que Bolivia invierte poco en salud por habitante y, en consecuencia, tiene un elevado nivel de mortalidad infantil. En el otro extremo de gasto se encuentra EE.UU., que con u$s 7.400 triplica el monto per cápita de España o Reino unido, y sin embargo los supera ampliamente en cuanto a muertes de niños por cada 1.000 nacidos vivos, en lo que sería un caso paradigmático de gasto ineficiente.

Rubén Mercado, economista senior del PNUD que presentó el informe, señaló que se percibe en el sistema sanitario argentino «fragmentación y falta de coordinación. Puede haber un sistema de salud muy centralizado, muy descentralizado, con alta presencia privada, pero el tema es cómo está coordinado. En el caso argentino, el problema es la gran descoordinación y superposición de funciones».

Capital humano

El economista remarcó que, no obstante, la performance de la Argentina en salud y educación en el período 1970-2010, marcado por el serrucho del crecimiento y las debacles hasta 2002 (año en el que el país exhibía un PBI per cápita similar al de 32 años antes), es lo que ha permitido sostener un IDH a la cabeza de Latinoamérica, sitial que dejó en los últimos años a manos de Chile (puestos 46 y 45 a nivel mundial, respectivamente).

«Es más fácil destruir el capital financiero que el humano. La Argentina es un país que muy tempranamente hace grandes avances en la tasa de escolarización primaria, desde mediados del siglo XIX, y eso le da una gran ventaja, y lo mismo ocurrió en salud», evaluó el economista. Esa tradición es la que, pese a todo, ha amortiguado las sucesivas crisis económicas, aunque han surgido desde la década de los 90 «circuitos diferenciales de calidad muy marcados en el acceso a la salud y la educación».

Según datos de 2008, sobre una población de 39,3 millones, 15,5 millones (39%) están cubiertos por el sistema de obras sociales nacionales; 5,5 millones (14%), por las obras sociales provinciales; 3,3 millones (8%), por el PAMI; y 3,6 millones (9%), por la medicina prepaga. Los otros 11,4 millones son atendidos por el sistema público, principalmente municipal y provincial, ya que el gasto del Ministerio de Salud de la Nación es sólo del 0,5% del PBI. Las inversiones por habitante mensual van desde los $ 48 para el sector estatal, que abarca a toda la población, pasando por los $ 116 de las obras sociales provinciales y cifras mucho mayores en la medicina prepaga.

A diferencia de Europa, donde el 77% del gasto en salud corresponde a los Estados, en la Argentina, el 49,2% de la inversión en salud es abordada directamente por las familias o por privados, indican datos de la Organización Mundial de la Salud.

En este escenario, Mercado valoró, por un lado, el aumento del presupuesto educativo hasta un 6% del PBI y algunas intervenciones nacionales en el área de salud, como los planes Nacer y Remedi

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