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Razones para que los obamistas no desesperen

Sebastián Lacunza

Washington - El mapa que dejaron los comicios legislativos del martes es abrumadoramente rojo. Tal es el color que identifica a los republicanos, frente al azul de los demócratas. De punta a punta, excepto en las costas oeste y noreste, los conservadores pintaron Estados Unidos, pese a que, hace dos años, la revista Time se preguntaba en su tapa si el elefante, ícono del Grand Old Party, era una especie en peligro de extinción.

Sin embargo, David Ian Lublin, doctor en Asuntos de Gobierno de la Universidad de Harvard, advierte que es prematuro sacar conclusiones sobre las elecciones presidenciales de 2012, e incluso predecir que la oposición podrá paralizar al Gobierno demócrata.

«Barack Obama es hoy más popular que Ronald Reagan y que Bill Clinton luego de que perdieran las elecciones legislativas de mitad de mandato (en 1982 y 1994, respectivamente), y ambos fueron reelectos. Por el contrario, George Bush padre tenía más popularidad que Obama y perdió el Gobierno», indicó el especialista en un encuentro con periodistas internacionales que participan de un programa del Departamento de Estado, incluido este cronista.

Otro dato que matiza el aluvión de votos que recibieron los conservadores es que la cartografía electoral que ayer desplegaban los diarios norteamericanos marcaba pinceladas demócratas en los centros más poblados de Texas, Colorado, Alabama y Carolina del Sur, todos ellos bastiones conservadores en los papeles. Allí se percibía una contratendencia para tener en cuenta, especialmente en distritos donde el Tea Party presentó candidaturas que dejaron de ser renovadoras para sólo generar fastidio.

«El Tea Party es responsable del entusiasmo que se percibió en las elecciones, pero también, probablemente, de que los republicanos no tengan hoy mayoría en el Senado. Si hubiera habido otros candidatos conservadores en Colorado y Delaware, hoy la situación allí podría ser distinta», indica Lublin.

Como es tradición, el azul demócrata se torna intenso en gran parte de Nueva York y en enclaves de California. En San Francisco, por caso, la todavía presidente de la Cámara de Representantes, la «liberal» Nancy Pelosi, blanco preferido de la furia del Tea Party, fue reelecta con el 80,4% frente al pobre John Dennis, quien casi no pudo aprovechar el tsunami conservador que llegó a conmover los cimientos de California, estado que representa para los demócratas lo que la provincia de Buenos Aires para el peronismo, dadas las 53 bancas que aporta a la Cámara baja.

En cuanto a las gobernaciones, el mapa también arrojaba un notable ascenso del Partido Republicano, que ganó 29 estados, mientras que los demócratas cedieron 9 distritos y se quedaron con 17 de los 40 que se pusieron en juego. Uno fue ganado por un independiente y tres todavía no se definieron. En este rubro, se destaca la reelección de Jan Brewer en Arizona (55% a 42%), impulsora de una ley antiinmigrantes considerada racista por sus críticos.

Pero también en cuanto a gobernaciones el aluvión republicano encontró luces rojas de alerta. A raíz de casos de corrupción que salieron a la luz durante la campaña, el postulante del Tea Party de Florida, Ricardh Scott, ganó apenas por el 49% al 48% a la demócrata Alex Sink, y casi pierde un bastión histórico de los conservadores. Scott gastó u$s 70 millones en propaganda, casi un vuelto para lo que es su fortuna. Meg Whitman, republicana y ex CEO de Ebay, malgastó u$s 150 millones, ya que estuvo lejos de ganar en California, que volvió a manos demócratas, como era tradición.

La elección deja incógnitas sobre la gobernabilidad del país en los próximos dos años. El experto de Harvard cree que el Gobierno tendrá capacidad de resistencia en el Congreso si los republicanos repiten la agresividad de los primeros dos años: «No está tan claro hasta dónde va a llegar la confrontación. Ellos también van a ser observados y el poder está repartido en el Congreso. Hay también 50 estados y cada uno tiene que rendir cuentas a sus votantes», dice.

Sobre la revolución formal que implica el estilo agresivo y desinhibido del Tea Party, Lublin bromea al afirmar que «desde que el país fue fundado, los políticos fueron electos para cambiar la cultura política de Washington». «Cada vez es más sólido el voto de los más conservadores en las primarias de los republicanos, y el de los progresistas en las de los demócratas», expresa el experto. de cara a las primarias.

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