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Censura a una ONG venezolana, una trama made in Casa Rosada


Cancillería y la Secretaría de Derechos Humanos prohibieron a un representante de Provea leer un discurso crítico de las políticas de Nicolás Maduro y Mauricio Macri. El Gobierno le iba entregar a la emblemática entidad venezolana el Premio Mignone, pero su representante se resistió a eliminar párrafos de su texto. Perplejidad en sectores marginales de Cambiemos.


Sebastián Lacunza

@sebalacunza

Letra P - 18/3/2018



Se presentaba  como una nueva oportunidad para que el gobierno de Mauricio Macri pusiera en el banquillo de los acusados a su par de Nicolás Maduro, una de las estrategias de política exterior más persistentes desde la asunción de Cambiemos en la Casa Rosada. Se transformó en un búmeran que descolocó una vez más al Ejecutivo argentino ante a la mirada de los organismos de derechos humanos internacionales, dada la censura aplicada a la ONG venezolana a la que pretendía reconocer.
Todo estaba listo para la ceremonia de entrega del Premio Internacional de Derechos Humanos Emilio Mignone al Programa Venezolano de Educación – Acción en Derechos Humanos, organización con amplia trayectoria en la defensa de las libertades públicas. La cita era el jueves pasado, a las 18, en el Salón Libertador del Palacio San Martín. Habría un vino de honor.
Escenario ideal para la figura del Macri “líder de la democracia liberal”, tan deseada por su entorno intelectual y tan malograda por las acciones del gobierno argentino: una ONG progresista que denuncia los abusos de Maduro, coronada por el reconocimiento nacional que lleva el nombre de Mignone, fundador del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) y uno de los padres del movimiento de derechos humanos argentino.
El Premio Mignone fue instaurado en 2007 y es otorgado en acuerdo por la Cancillería, la Secretaría de Derechos Humanos, el CELS y la familia Mignone. Entre sus nueve ganadores, figuran entidades y personalidades de Brasil, México, Colombia, Bolivia, Zimbabwe, Indonesia y otras de actuación internacional.
Provea, en tanto, fue fundada en 1988 por Ligia Bolívar, exfuncionaria de Amnistía Internacional; Dianorah Contramaestre, militante cristiana de base en Caracas; y Raúl Cubas, exdetenido-desaparecido argentino en la ESMA (1976-1979). La entidad hoy denuncia al chavismo pero en 2002 condenó el golpe de Estado contra Hugo Chávez, por cuyas condiciones de detención había reclamado en 1993. Según los cables de WikiLeaks, la Embajada de Estados Unidos en Caracas valoraba a Provea como una entidad clave para desgastar al gobierno chavista durante la década pasada.
Para recibir el galardón, la Cancillería Argentina invitó a Buenos Aires a Rafael Uzcátegui, coordinador general de la organización venezolana.
En la mañana del jueves, el enviado de Provea fue recibido por la directora de Derechos Humanos de Cancillería, María Gabriela Quinteros, y por el secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj, en las oficinas de éste en la ex-ESMA. La cordialidad duró apenas instantes.
Habían estipulado que el titular de Provea dispusiera de quince minutos para su discurso, esa misma tarde, en el Palacio San Martín. Uzcátegui ofreció a sus interlocutores una copia digital del texto redactado. Empleados dependientes de Avruj imprimieron el archivo, lo leyeron y se lo entregaron a su jefe, según asistentes a la reunión. En el acto, Avruj y Quinteros comunicaron que el discurso no estaba autorizado, ante la mirada absorta de Uzcátegui.
Fuentes de la Cancillería informaron a Letra P otra secuencia: Uzcátegui se reunió con Avruj y Quinteros por la mañana, y al mediodía, “por una sugerencia del CELS, pidieron leer la carta de un exiliado argentino, miembro fundador de Provea, y no se les permitió”. Es decir, el gobierno admite que censuró el discurso del representante venezolano y pone el foco en la entidad que preside Horacio Verbitsky y a la que le suele atribuir buena parte de sus problemas internacionales.
Provea publicó el viernes un comunicado en el que informó que había declinado la recepción del premio Mignone y adjuntó el texto original que había preparado Uzcátegui, que incluía las palabras de Cubas, quien no pudo viajar a Buenos Aires por razones personales. “Mal puede una organización defensora de derechos humanos, entre ellos la libertad de expresión, avalar una solicitud de esta naturaleza”, argumentó Provea.
Aunque Cancillería insiste en que le hará llegar el premio a la organización venezolana sin ceremonia, en Provea afirman que ya les fue informado que el reconocimiento fue transferido a otra entidad.
El propósito de Uzcátegui y Cubas era denunciar “la ausencia de democracia y grave crisis humanitaria padecida” por Venezuela, con la enumeración de desapariciones, detenciones ilegales y asesinatos. El discurso no leído también otorgaba un lugar preponderante al cofundador argentino de Provea, quien escribió para la ocasión que “tanto Argentina como Venezuela adolecen de graves fallas y debilidades en la vigencia del Estado de Derecho… y en la garantía efectiva de los derechos humanos”. Si se lo hubieran permitido, Provea habría denunciado “la represión de la protesta social”, “la aplicación de doctrinas de ‘gatillo fácil’”, “el crecimiento persistente de la pobreza en ambos países” y el pedido de “inmediata liberación de presos políticos, comenzando en Argentina con la dirigente social Milagro Sala, y en Venezuela, con el abogado y defensor de derechos humanos Marcelo Crovato”, en cumplimiento de “obligaciones” ordenadas por la CIDH y del Grupo de Trabajo sobre Detenciones Arbitrarias de Naciones Unidas.
Demasiado para el paladar del gobierno argentino.
La frustración se suma a una cadena de episodios en los que el Ejecutivo de Macri pasa de acusador a acusado. No es un tema inocuo dentro de Cambiemos. Voces con tradición en la materia, algunos de ellos vinculados a la Unión Cívica Radical pero, sobre todo, a Elisa Carrió, manifiestan perplejidad ante acciones que colocan al gobierno argentino en el ojo de la tormenta.
Expedientes emblemáticos como los de la encarcelada Sala, el asesinado Rafael Nahuel y el fallecido Santiago Maldonado motivaron severas advertencias internacionales emitidas por la OEA y ONU, y organizaciones como Amnesty e incluso entidades que en los papeles eran afines, como Human Rights Watch.
Ante críticas de radicales, fuentes más genuinamente macristas advierten que la detención de Sala es, sobre todo, una obra del jujeño Gerardo Morales que llevó al Ejecutivo nacional a tener que dar pelea en estrados internacionales. No es que quienes hablan con Macri difieran del objetivo de sacar a Sala del mapa político sino de actuar con modos de señor feudal poco justificables fronteras afuera de Jujuy.
Con el tiempo, se fueron alejando funcionarios asumidos en diciembre de 2015, como el radical Leandro Despouy, quien estaba a cargo de un área de Relaciones Exteriores y mantenía vínculos históricos con los organismos de derechos humanos. La propia Susana Malcorra, renunciada el año pasado, se vio sobrepasada por decisiones del ala dura que la incomodaban. En tanto, el titular de Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires, Santiago Cantón, la figura con más tradición en la materia dentro del oficialismo, maneja una dosis de autonomía que le permite tomar distancia del gobierno nacional.
Sobre la misión de la recientemente designada embajadora ante la OEA, Paula Bertol, miembro de la poco influyente ala moderada del PRO, hay diferentes versiones. Fuentes afirman que le fue encomendado reconstruir lazos para evitar nuevas sanciones de la CIDH, mientras otras ven su traslado a Washington como un modo de alejarla todavía más de Marcos Peña.
La escalada en el último año, como la celebración presidencial del gatillo Chocobar, las detenciones de a decenas durante las manifestaciones de protesta y capítulos bizarros como la beca alemana al negacionista Darío Lopérfido, no hicieron más que expandir la condena internacional y colocar a Macri más cerca de la figura de Maduro o Enrique Peña Nieto que a la de Olof Palme.

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