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Marchar por Charlie Hebdo; vender armas a Egipto



Porqué la marcha de París no tiene nada que ver con el 18F


Escribe Sebastián Lacunza / Editor-in-Chief


La anterior fue una gran semana para Eric Trappier, el magnate francés que comercia los aviones caza Rafale. El titular del imperio Dassault anticipó hace ocho días, entrevistado por el diario Le Figaro, que estaban “avanzadas” las negociaciones para la venta de 24 Rafale a un país que eligió no identificar, por un monto de más de 6.000 millones de dólares. El gran periódico conservador de Francia, cabe aclarar, es propiedad del mismo Dassault.
Las miradas se posaron de inmediato sobre el régimen egipcio de Abdel Fattah al Sisi. Días más tarde, las presunciones se transformaron en realidad cuando se firmó el contrato en El Cairo. Trappier celebró, además, que se vienen convenios armamentísticos con países de Medio Oriente y otros grandes de Asia.
Por su parte, el presidente francés, el renaciente socialista Francois Hollande, se sumó al festejo nacional. “El caza Rafale ha ganado su primer contrato de exportación”. La compra incluye una fragata y otros equipos.
El régimen de Al Sisi parece haberse transformado en un polo de atracción para potencias en pugna. Días después del anuncio de Dassault, el presidente ruso Vladimir Putin visitó El Cairo para consolidar una alianza comercial que alcanza un intercambio de 4.500 millones de dólares. El marco (calles ornamentadas con la imagen del ruso, alabanzas al visitante en la prensa cariota y retórica grandilocuente) hubiera correspondido cincuenta años atrás a una visita de Estado del Primer Secretario del Partido Comunista de la Unión Soviética a alguna capital del bloque.
La figura de Al Sisi condensa la explicación más descarnada del destino de las denominadas revoluciones árabes que se iniciaron en 2010. Este general, que gana elecciones con más del noventa por ciento de los votos, vino a restaurar los trazos centrales del régimen de Hosni Mubarak. A saber, represión con miles de víctimas, masivas condenas a muerte, ilegalización de la Hermandad Musulmana a la que adhieren la mayoría de los egipcios (y que llevó a cabo un efímero gobierno caótico y autoritario tras ganar las elecciones en junio de 2012), asfixia civil y corrupción. Mubarak está inhabilitado para ejercer funciones por cuestiones de salud, pero fue debidamente sobreseído de los cargos en su contra por las matanzas de 2011.
La caída de Mubarak en 2011 dejó en posición adelantada a las potencias occidentales. Era el dictador favorito de Europa, tanto para comerciar como para que unos cuantos de sus lìderes disfrutaran sus vacaciones. A diferencia de Israel, que no anduvo con vueltas y lamentó de inmediato el derrocamiento de Mubarak, las grandes capitales europeas quedaron atrapadas en su laberinto retórico: primero desconcierto, luego apoyo a la “democratización” de Egipto, más tarde distanciamiento de los islamistas. Le siguieron escuetos comunicados tras el golpe militar encabezado por Al Sisi y, por último, vuelta a la normalidad con la firma de contratos para la venta de aviones Rafale.
Dejemos El Cairo, la frialdad de la compraventa de armas y los juegos de dictadores preferidos y aborrecidos. Volvamos a París. Francia asistió estupefacta a la matanza de doce empleados del semanario satírico Charlie Hebdo el 7 de enero y, cuatro días más tarde, sus habitantes protagonizaron la manifestación más multitudinaria de la historia del pais. El imaginario (cierto o no) del laicismo, la democracia y la diversidad había quedado herido por la furia terrorista.
Aquellas marchas que involucraron a cuatro millones de personas en diferentes ciudades tuvieron una consigna única y clara. “Je suis Charlie” fue la forma de reivindicar la diversidad y la libertad, sin por ello adherir necesariamente a la ideología izquierdista, laicista, irreverente y a veces ofensiva del semanario satírico.
No fue la marcha de todos los franceses. Marine Le Pen, la líder del Frente Nacional, fue excluida de la convocatoria por su conocida xenofobia que apenas maquilla bajo el slogan “Francia para los franceses” y que la convirtió en la precandidata presidencial con mayor intención de voto, por encima de los partidos tradicionales de centroizquierda y centroderecha. Tampoco asistieron a la cita los islamistas que promueven el odio.
Hubo, además, una ausencia más dolorosa. Entre los rostros de los asistentes a la marcha por Charlie Hebdo faltaron muchas personas de origen árabe y musulmán. Al menos, no los había en relación al 7,5 por ciento de la población total que representan (de acuerdo a Pew Research), ya sea porque habitantes de ese origen tuvieron temor a reacciones en su contra o porque falta densidad crítica en ese colectivo acerca de la necesidad de diferenciarse de las atrocidades cometidas por fanáticos que distorsionan su cultura.
El Hollande que marchó desolado por las víctimas de Charlie Hebdo es el mismo presidente que esta semana celebró la venta de material de guerra a una dictadura árabe que esta semana se vio desafiada por los despiadados terroristas del Estado Islámico. Son cuestiones de mandatarios con necesidades presupuestarias y de gobernabilidad, a quienes es en vano medirlos con la vara de la moral. Al fin al cabo, el francés era uno más de líderes del mundo que se sacaron una photo-opportunity en París, todos enlazados pero lejos de la multitud de ciudadanos comunes. La cadena humana que conformaba aquella foto inolvidable incluía a algunos verdaderos señores de la guerra.
Viene a cuento repasar el contenido y el contexto de la marcha de Charlie Hebdo porque en el -con frecuencia- desquiciante debate público argentino, algunas voces comparan la cita parisina con la manifestación prevista para el miércoles próximo convocada bajo un amplio rango de consignas. Una de ellas es en memoria del fiscal especial de la causa AMIA Alberto Nisman, hallado muerto en su domicilio en circunstancias por dilucidar.
Otra causa convocante, en boca de funcionarios judiciales y prominentes políticos y referentes de la oposición, es que Nisman fue asesinado por el Gobierno para evitar que prosperara la acusación de encubrimiento contra la Presidenta. Sutiles diferencias entre la marcha por Charlie Hebdo y el 18F.

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