Ir al contenido principal

Falta una pieza



Escribe
Sebastián Lacunza
Editor-in-Chief

Septiembre de 2009: La presidenta Cristina Kirchner utilizó el atril de Naciones Unidas para reclamar a la República Islámica de Irán la entrega de cinco funcionarios que tenían solicitud de captura de Interpol por su presunta responsabilidad en el atentado a la AMIA.
Oradora siempre incisiva, la Presidenta argentina no ahorró críticas al negacionismo del Holocausto que enarbolaba su entonces par iraní, Mahmud Ahmadineyad. “Volverá, tal vez, a negar tragedias históricas que Occidente ha sufrido durante el siglo XX”, lanzó CFK ante la Asamblea General. A tono con la conducta de la delegación israelí, los diplomáticos argentinos se retiraron horas más tarde cuando Ahmadineyad hizo uso de la palabra. Eran tiempos en que el kirchnerismo actuaba en consonancia con Alberto Nisman, el mismo fiscal que sustentaba su estrategia inspirado por el hoy destituido jefe de Inteligencia Antonio Stiusso. Hacia el régimen iraní también apuntaban el gobierno israelí, la dirigencia comunitaria judía y la Embajada de Estados Unidos.
Septiembre de 2010: Otra vez en Nueva York, la jefa de Estado propuso a Irán explorar la posibilidad de un juicio contra los sospechosos en un tercer país.
Septiembre de 2012: Misma cita en el Midtown de Manhattan. CFK instruyó al canciller Héctor Timerman para que se reuniera con el ministro iraní Ali Akbar Salehi a fin de explorar un entendimiento bilateral que permitiera destrabar la investigación, lo que incluiría una comisión de la verdad y la posibilidad de interrogar a los sospechosos en Teherán.
El cambio de estrategia 2009-2012 fue brusco, pero el kirchnerismo podía exhibir un argumento atendible. La queja en la ONU se había tornado un rito inútil y la causa AMIA se hallaba inmersa en un pantano. A tres años del intento, el resultado se resume en una palabra: fracaso.
El fiscal Nisman había privilegiado por sobre todo la denominada “pista iraní”, en detrimento incluso de la investigación de los responsables locales del atentado, pero todo lo malo que se pueda decir de la instrucción del investigador fue avalado por el Gobierno nacional. Incluso, conocida en diciembre de 2010 la existencia de cables diplomáticos estadounidenses que describían a Nisman como un fiscal guiado por la Embajada, la Casa Rosada no hizo nada para removerlo de su cargo.
Explicitado el cambio de postura oficial, el fiscal abandonó en 2012-2013 el paragüas del kirchnerismo. Nisman no quedó desguarnecido. Israel, la Embajada de Estados Unidos, la dirigencia de la DAIA y casi todo el arco político opositor siguieron a su lado.
Sin mucho más que aportar al expediente principal, los servicios de Inteligencia del sector de Antonio Stiusso comenzaron a acumular horas de escuchas en las que aparecían Luis D’Elía, otros dirigentes y supuestos espías. Se los registró negociando intercambios, cruzando epítetos y arrogándose representación de la Casa Rosada o de los clérigos iraníes.
14 Enero de 2015. El fiscal de la causa AMIA acusó a CFK, al canciller Héctor Timerman y a otros funcionarios de orquestar “una conspiracion criminal”, “un pacto con terroristas” para encubrir a los responsables del atentado en el barrio de Once. Nisman dio a conocer un resumen de su acusación y comenzó a filtrar detalles a la prensa. Más allá de reacciones pour la galerie y la habitual hojarasca política, juristas, analistas y opositores exhibieron una reacción cauta. La prueba parecía débil, pero no se podía conocer en su totalidad para no violar la ley de Inteligencia. Había margen para algo mayor; el secreto de la acusación pasó a ser esencial. 
17 de enero. Nisman dedicó el día a la presentación “informal” ante una comisión del Congreso encabezada por la diputada opositora Patricia Bullrich (PRO), con quien conversó varias veces. Ambos jugaban todas sus fichas a que la reunión del lunes fuera secreta, mientras el oficialismo aceleraba a fondo la presión para que la cita fuera transmitida por televisión.
19 de enero, 0:08: El periodista del BuenosAiresHerald.com Damián Pachter tuiteó que el cuerpo del fiscal Nisman fue hallado sobre un charco de sangre y sin respirar.
La estremecedora noticia disparó una hipótesis escalofriante, incluso firmada por agudos analistas en el mundo. El Gobierno argentino utilizó a los turbios servicios de Inteligencia para eliminar al fiscal que estaba a punto de demostrar su complicidad con terroristas iraníes.
20 de enero: El juez federal Ariel Lijo liberó la denuncia de Nisman tras constatar que no incluía escuchas a agentes de la Secretaría de Inteligencia.
Mientras, la Presidenta y sus funcionarios comenzaron a lanzar hipótesis sobre la muerte. Se ha dicho hasta el cansancio en este diario: el Poder Ejecutivo tiene derecho a defenderse y explicar sus argumentos pero no a imaginar culpables en voz alta, y menos aún con datos no probados en el expediente. Así, el Ejecutivo, en lugar de mostrarse como garante de una investigación seria, se choca consigo mismo, lo que incluye la ineptitud de quienes manejan la cuenta @CasaRosada.
Todo cierra. Un fiscal que acusa a la Jefa de Estado muere en circunstancias misteriosas. El Ejecutivo, que convivió con servicios de Inteligencia que actuaban fuera del marco democrático, aparece como un sospechoso.
Todo cierra pero falta una pieza. La denuncia de Nisman es inconsistente. Sus pruebas son débiles y sus hipótesis de impunidad para los iraníes no sólo no se cumplen sino que son tajantemente desmentidas por el estadounidense que condujo Interpol entre 2000 y 2014. El manejo de los tiempos para presentar la acusación también resulta inentendible (años de escuchas repetitivas que, no obstante, motivan un regreso “intempestivo” al país). Más que muerto, al gobierno le convenía un Nisman vivo lidiando con su propia acusación.
Tiene la palabra Ariel Lijo, a quien el fiscal había presentado la denuncia contra CFK y otros. Lijo maneja los tiempos políticos y no es precisamente un aliado del Ejecutivo, pero a diferencia de algunos de sus pares, no es esperable de él que tome resoluciones basadas en la nada.  Quizás ya tenga la decisión tomada (desestimar la causa, rechazar el expediente, indagar estamentos menores e tráfico de influencias y espionaje). La duda es cuándo. 

Entradas más populares de este blog

De Víctor Hugo a los relatores que insultan

Unos tipos con micrófono que insultan más que un hincha desbordado son presentados en las webs y en la tele como apasionados que causan gracia. Antes que ocurrentes espontáneos son, en realidad, violentos equiparables con barrabravas.  Es una paradoja que ello ocurra en el Río de la Plata, donde nacieron los mejores relatores de fútbol del mundo. Entre ellos, el mejor, Víctor Hugo.  El jugador sublime tuvo al relator sublime. Por su universo de palabras y sus tonos de voz, por sus creaciones artísticas; por su capacidad para leer la jugada y por la precisión de la narración. Casi no aparecen ahora los diálogos que VH presumía entre jugadores o con el árbitro, o el "que sea, que sea, que sea". Pervive el "ta ta ta" y el "no quieran saber".  Contemporáneos de Víctor Hugo, hubo y hay relatores brillantes (soy injusto y nombro seis: Juan Carlos Morales, José María Mansilla, José Gabriel Carbajal, el primer Walter Saavedra y el mejor relator argentino que esc

Solicitud de derecho a réplica en Radio Nacional

SOLICITUD DE DERECHO A RÉPLICA Buenos Aires, 24 de noviembre de 2016. At.  Ana Gerschenson Directora de Radio Nacional Cc: Jorge Sigal Secretario de Medios Públicos de la Nación De mi consideración,  Me dirijo a usted para solicitar derecho a réplica en relación a menciones falsas y agraviantes sobre mí que tuvieron lugar en el programa “Va de Vuelta”, que conduce Román Lejtman y tiene como columnista a Silvia Mercado. El 4 de noviembre, se registró el siguiente diálogo:  Román Lejtman:  ¿Lacunza presidía Fopea? Silvia Mercado : No, Lacunza era el director ejecutivo hace mucho. RL:  Ah, pero no está más. ¿Fue el que enterró el Buenos Aires Herald? SM:  Sí, fue el que enterró el Buenos Aires Herald, en efecto. Después se arrepintió y dejó Fopea (2010). RL:  ¿Se arrepintió Fopea de haberlo puesto de presidente? SM:  Nunca fue presidente. Era director ejecutivo. Después lo reemplazó un gran director ejecutivo. RL:  ¿Pero este Lacunza no está más?

Wiki Media Leaks