Sebastián Lacunza
Hace ocho días, el diario español El País impactaba al mundo con una foto en tapa de un falso Hugo Chávezentubado. Final conocido: no se trataba del presidente de Venezuela, y el principal periódico español fue noticia como nunca antes.
A las pocas horas de haber retirado la imagen de la edición digital, El País reconocía el error y, más que nada, deslindaba la responsabilidad en la agencia que había proveído la fallida imagen. Momentos más tarde, la web del diario madrileño agregaba un párrafo pidiendo disculpas a los lectores.
El viernes pasado, la edición siguiente a la del blooper reservaba un pequeño recuadro de tapa para La foto que El País nunca debió publicar, que derivaba en un texto sin firma que pareció más dedicado a deslindar la responsabilidad en terceros antes que a asumir el error, e incluso se permitió un autoelogio por el dudoso mérito de haber mandado a retirar la edición impresa de los quioscos de Madrid. El domingo, el medio dedicó al tema dos notas con amplio despliegue. Relato de un error..., firmada por dos periodistas del diario, aportó detalles interesantes sobre los pasos dados para llegar a tan mala decisión, en tanto el defensor del lector, páginas más atrás, incluyó un pedido de disculpas más exhaustivo del director, Javier Moreno, esta vez extendido a la familia de Hugo Chávez. En ninguna instancia El País reconoció que la foto, tal como fue presentada (sin datos sobre la fecha, autor ni lugar), no tenía valor periodístico aun si el paciente fotografiado hubiera sido el mandatario venezolano.
El blog Paper Papers, a cargo del editor catalán Antoni Piqué y de su par argentino Gonzalo Peltzer, aportó en esos días el post Así se pide perdón en un diario. Ejemplificó con la tapa de Correio Braziliense, del 4 de agosto de 2000, en la que se daba máximo despliegue al título O Correio errou. Allí, el subdirector del periódico de Brasilia asumía la plena de responsabilidad por datos inexactos sobre un supuesto caso de corrupción.
Paper Papers abunda en otros ejemplos: las dieciocho páginas de The Washington Post para aclarar el fraude de la periodista Janet Cooke, en 1981, y los 43.072 caracteres de The New York Times para informar sobre el plagio y los inventos de Jayson Blair, en 2003.
Podrá entenderse que quizás a los editores de El País les faltó el arrojo de sus pares brasileños o norteamericanos para responder por el grave error cometido, aunque la rendición de cuentas y las disculpas fueron ofrecidas a las pocas horas o días de publicada la fatídica foto.
Cabe a esta altura preguntarse cómo son los pedidos de disculpas en los medios argentinos, si es que existen. ¿Qué espacio se les da a las rectificaciones de noticias inexistentes o erróneas, fotos atribuidas al personaje equivocado, pecados de un pasado no democrático, ofensas a personas o minorías? ¿Prevalece aquí la asunción cabal de responsabilidades o la omisión, el maquillaje y la autoindulgencia? Preguntado esto sin perder de vista que en tiempos de polarización informativa, con tanto criterio editorial basado en el encono, los errores se maximizan.
@sebalacunza