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Zapatero, complicado por derecha, por izquierda, por arriba y por abajo

Por: Sebastián Lacunza

No hay actor político ni gurú en España que se anime a asegurar que José Luis Rodríguez Zapatero buscará la reelección en los comicios previstos para el primer trimestre de 2012. El propio jefe de Gobierno afirma estar meditando el asunto, parado sobre un criterio realista de esperar que la economía arroje algún número que no sea deprimente y de ver por cuánto pierde su partido en la seguidilla de comicios regionales previstos para este año.


Más allá de algún «barón» con dominio territorial del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) que lo cuestionó abiertamente y que después pidió perdón, el debate en el oficialismo sobre la sucesión del presidente de Gobierno es más bien soterrado, de acuerdo con las normas de la política española. Si Zapatero da un paso al costado, según el marco político de hoy, quien surja como candidato sabrá que lo será por amor a la camiseta (acaso el ministro del Interior y vicepresidente, Alfredo Pérez Rubalcaba), o como apuesta hacia 2016. Ello, en los papeles, ya que la experiencia demuestra que se aplica a la política aquella «dinámica de lo impensado» queDante Panzeri atribuyó al fútbol.

La apuesta al largo plazo fue el camino teórico de Zapatero cuando emergió como jefe del PSOE en el inicio del segundo mandato de José María Aznar. Hacia el año 2000, con un Aznar en su apogeo y radicalizado, los socialistas navegaban desorientados, sin líderes ni discurso, con los herederos de Felipe González anquilosados en sus despachos y con pocas ganas de delegar. Aquellos atentados de Al Qaeda y aquellas mentiras de Aznar a cuatro días de votar sentaron a Zapatero en La Moncloa mucho antes de lo previsto. Un dato podrá tentar a algún advenedizo socialista. La eventual victoria del hombre del conservador Partido Popular (PP) Mariano Rajoy -que sería de 18 puntos, según los últimos sondeos- tendría más que ver con la ley de gravedad que con el liderazgo del candidato. Rajoy apenas supera los amarretes números de imagen positiva de Zapatero, y afronta además la rebelión constante de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, astuta mujer que aglutina la pulsión hiperconservadora que tiene peso en el PP.

La ley de gravedad antes descripta tiene que ver con un desempleo del 19,8% que empuja a los españoles a la zozobra y la desazón. El estatal Centro de Investigaciones Sociológicas reveló ayer, según un sondeo realizado entre el 1 y el 13 de diciembre, que el 57,6% de los consultados señaló a la desocupación como el principal problema de España, entre un cúmulo de datos de tono pesimista. Con un déficit fiscal del orden del 9,5% en 2010 y reclamos de ajuste por parte de la Unión Europea y el FMI, Zapatero se ha quedado con pocas herramientas para paliar la crisis. De hecho, optó por anular el subsidio de 426 euros a los desempleados que no reciben ningún tipo de ingresos, entre otras reversiones sobre pasos que él mismo había dado en los años de bonanza. Se suman el virtual congelamiento de jubilaciones, la rebaja de salarios estatales y otras malas noticias que, como sabemos, son aluvionales en épocas de crisis.

Así las cosas, por derecha, el sólido voto antizapaterista, que estaba basado en razones religiosas, derechos ciudadanos y oposición a revisar los crímenes del franquismo, no hizo más que consolidarse en los últimos dos años.

Hacia la izquierda, un segmento en el que el primer ministro había abrevado hasta dejar a Izquierda Unida casi fuera del Parlamento, hoy todo es decepción y escasa voluntad de apoyar a un Gobierno como el mal menor. Hasta Rajoy se anima hoy a correr a Zapatero por la retirada del Estado.

A la hora de buscar aliados en un régimen parlamentarista, Zapatero tampoco encuentra motivos para la esperanza. El PSOE acaba de ser desalojado del Gobierno de Cataluña, tras una arrolladora victoria del tradicional partido nacionalista Convergencia i Unió (CIU). Pese a su linaje democratacristiano y liberal, CIU no tiene ideología en el Congreso nacional; sólo exhibe intereses catalanistas. Restará sus votos para forzar el adelantamiento electoral hasta que le sea útil.

Zapatero dice que prestará atención a los comicios regionales para decidir su propia candidatura. Pues bien, las encuestas dicen que, en un vuelco histórico, el PP ganaría Andalucía (la comunidad autónoma más poblada, bastión inexpugnable del PSOE hasta ahora) y conservaría su hegemonía ya histórica en Madrid, Galicia y Valencia, entre las comunidades autónomas más relevantes.

Cuando lo azuzan con los pronósticos agoreros, Zapatero recuerda su propia victoria en marzo de 2004. Rajoy, que se quemó con leche, también lo tiene en cuenta.

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