Estadísticas públicas y privadas, utilizadas como lanzas, se mueven al compás del debate político
Escribe
Sebastián Lacunza
Escribe
Sebastián Lacunza
El índice oficial de pobreza e indigencia ubica a la Argentina en la mejor situación de América Latina. Los porcentajes de 5,4 (argentinos que no cubren sus necesidades básicas) y 1,5 (no cubren sus necesidades de alimentación) dibujan uno de los escenarios más edificantes en términos históricos, a la vez que hablan de un país desarrollado si se extiende la comparación con números informados por la Unión Europea.
A tales indicadores se llega tomando en cuenta la inflación oficial que, en rigor, no es considerada siquiera por el Gobierno a la hora de negociar pautas salariales. Aún más elocuente es que rara vez la estadística oficial sobre pobreza es mencionada puntualmente por funcionarios del Gobierno y sus partidarios en el recuento de los logros alcanzados desde 2003.
Se ha argumentado y sobreargumentado que el kirchnerismo asume un doble daño con la escasa credibilidad en el índice de precios al consumidor que brinda el INDEC. Por un lado, arriesga la extensión de la desconfianza, agitada por sus adversarios, hacia la estadística pública acerca de temas sobre los que no hay elementos objetivos para sospechar, al tiempo que socava un argumento clave sobre el que la Casa Rosada tiene algún mérito para mostrar, como es la reducción de la pobreza.
Habilitada la discusión que permite el cuestionamiento al INDEC, surgen estadísticas paralelas. Una de las más citadas por la oposición y de mayor repercusión es la del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA). En su reciente informe sobre el último trimestre de 2012, la UCA ubica a la Argentina en una realidad muy próxima a la de Perú si se toma en cuenta la estadística 2011 de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal, ver gráfico).
Toda una rareza si se tiene en cuenta que la misma entidad señala que el gasto social público de Perú, país en el que no rige ingreso universal para las familias y con baja tasa de mayores jubilados, fue del 9,9% del PBI en 2010, contra el 27,8% del de la Argentina (2009).
Más aún, el cómputo de la UCA ubica a la Argentina en números reconocibles en Venezuela, Ecuador, Brasil o Colombia, lo que contrasta con la tradición histórica, la estructura social y, salta a la vista, el paisaje urbano de Lima, Caracas o Buenos Aires.
El informe de la universidad privada marca que ya se habría perdido todo el beneficio que supusieron en términos de pobreza la Asignación Universal por Hijo (AUH) y los aumentos jubilatorios posteriores a la estatización de las AFJP.
Entre 2010 y 2011, según lo informado por el centro de estudios de la UCA, la indigencia se había reducido casi a la mitad y la pobreza, en un 17% (4,7 puntos, 26,6% a 21,9%). En cambio, el informe de 2012 estipula que la pobreza hoy es más aguda que la que registraba el país en 2007, 2010 y 2011, en tanto que la indigencia revirtió su tendencia decreciente y no está lejos de la situación de seis años atrás (7,1).
Los expertos que elaboran índices para Naciones Unidas alertan sobre los riesgos que implican las comparaciones internacionales de niveles de pobreza, habida cuenta de las falencias estadísticas de los Estados como los diferentes criterios que se ponen en juego. En el cruce de porcentajes que se dispara a diario, los equívocos a mano son elocuentes.
Es por ello que la ONU elabora índices complejos, como el de Desarrollo Humano, útiles cuando naufragan estadísticas públicas y privadas de un país, que pasan a ser utilizadas como lanzas políticas. Aparece entonces una alternativa para saber si la Argentina se parece más a Alemania o a Ecuador, o se encuentra equidistante de ambos.
A tales indicadores se llega tomando en cuenta la inflación oficial que, en rigor, no es considerada siquiera por el Gobierno a la hora de negociar pautas salariales. Aún más elocuente es que rara vez la estadística oficial sobre pobreza es mencionada puntualmente por funcionarios del Gobierno y sus partidarios en el recuento de los logros alcanzados desde 2003.
Se ha argumentado y sobreargumentado que el kirchnerismo asume un doble daño con la escasa credibilidad en el índice de precios al consumidor que brinda el INDEC. Por un lado, arriesga la extensión de la desconfianza, agitada por sus adversarios, hacia la estadística pública acerca de temas sobre los que no hay elementos objetivos para sospechar, al tiempo que socava un argumento clave sobre el que la Casa Rosada tiene algún mérito para mostrar, como es la reducción de la pobreza.
Habilitada la discusión que permite el cuestionamiento al INDEC, surgen estadísticas paralelas. Una de las más citadas por la oposición y de mayor repercusión es la del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA). En su reciente informe sobre el último trimestre de 2012, la UCA ubica a la Argentina en una realidad muy próxima a la de Perú si se toma en cuenta la estadística 2011 de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal, ver gráfico).
Toda una rareza si se tiene en cuenta que la misma entidad señala que el gasto social público de Perú, país en el que no rige ingreso universal para las familias y con baja tasa de mayores jubilados, fue del 9,9% del PBI en 2010, contra el 27,8% del de la Argentina (2009).
Más aún, el cómputo de la UCA ubica a la Argentina en números reconocibles en Venezuela, Ecuador, Brasil o Colombia, lo que contrasta con la tradición histórica, la estructura social y, salta a la vista, el paisaje urbano de Lima, Caracas o Buenos Aires.
El informe de la universidad privada marca que ya se habría perdido todo el beneficio que supusieron en términos de pobreza la Asignación Universal por Hijo (AUH) y los aumentos jubilatorios posteriores a la estatización de las AFJP.
Entre 2010 y 2011, según lo informado por el centro de estudios de la UCA, la indigencia se había reducido casi a la mitad y la pobreza, en un 17% (4,7 puntos, 26,6% a 21,9%). En cambio, el informe de 2012 estipula que la pobreza hoy es más aguda que la que registraba el país en 2007, 2010 y 2011, en tanto que la indigencia revirtió su tendencia decreciente y no está lejos de la situación de seis años atrás (7,1).
Los expertos que elaboran índices para Naciones Unidas alertan sobre los riesgos que implican las comparaciones internacionales de niveles de pobreza, habida cuenta de las falencias estadísticas de los Estados como los diferentes criterios que se ponen en juego. En el cruce de porcentajes que se dispara a diario, los equívocos a mano son elocuentes.
Es por ello que la ONU elabora índices complejos, como el de Desarrollo Humano, útiles cuando naufragan estadísticas públicas y privadas de un país, que pasan a ser utilizadas como lanzas políticas. Aparece entonces una alternativa para saber si la Argentina se parece más a Alemania o a Ecuador, o se encuentra equidistante de ambos.