Nadie puede negar que Sebastián Piñera hace buenos negocios. Compró Chilevisión por u$s 24 millones y lo va a vender cinco años más tarde por cerca de u$s 150 millones. El diario La Tercera dice que uno de los ofertantes, y el que más chances tiene de quedarse con la emisora, es el Grupo Clarín. También Telefe está en liza por el canal que compite desde abajo con TVN y TVUC. A Piñera le cuestionaron mucho en los últimos años que tuviera ese canal, no sólo por un aparente favoritismo a su candidatura presidencial, sino porque es el que más machacaba sobre la inseguridad, precisamente un eje de la campaña proselitista del ex dueño de Clínica Las Condes.
Unos tipos con micrófono que insultan más que un hincha desbordado son presentados en las webs y en la tele como apasionados que causan gracia. Antes que ocurrentes espontáneos son, en realidad, violentos equiparables con barrabravas. Es una paradoja que ello ocurra en el Río de la Plata, donde nacieron los mejores relatores de fútbol del mundo. Entre ellos, el mejor, Víctor Hugo. El jugador sublime tuvo al relator sublime. Por su universo de palabras y sus tonos de voz, por sus creaciones artísticas; por su capacidad para leer la jugada y por la precisión de la narración. Casi no aparecen ahora los diálogos que VH presumía entre jugadores o con el árbitro, o el "que sea, que sea, que sea". Pervive el "ta ta ta" y el "no quieran saber". Contemporáneos de Víctor Hugo, hubo y hay relatores brillantes (soy injusto y nombro seis: Juan Carlos Morales, José María Mansilla, José Gabriel Carbajal, el primer Walter Saavedra y el mejor relator argentino que esc
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