Escribe
Sebastián Lacunza
@sebalacunza
Buenos Aires Herald
Las señales de alarma sonaron hace años y fueron desatendidas. En ocasiones, se utilizó una retórica épica para disimular latrocinios. Ya no queda tiempo para más. Hay quien manejó presupuestos astronómicos durante doce años y que, al sentirse acorralado, intentó ocultar bolsos con millones de dólares, yenes, riyals y euros en un convento del Gran Buenos Aires.
Si Lázaro Báez no era el principal contratista del Estado nacional sino el número 36 — como difundió el gobierno de CFK el año pasado — no es lo más relevante. Báez era un empleado bancario que, a partir de 2003, pasó a ganar licitaciones millonarias en la Patagonia mientras firmaba contratos cuantiosos con la familia Kirchner. Compartieron contadores y direcciones legales. Si Báez actuó en sociedad con Ángelo Calcaterra — primo y algo más de Mauricio Macri — tampoco es lo central a la hora de que la expresidenta dé cuentas de la integridad de su gobierno. En todo caso, el dato hablará de una toxicidad que no distingue entre rivales políticos. Como mínimo, la exmandataria debe explicar por qué no se abstuvo de establecer relaciones comerciales con un prominente e inexperto contratista del Estado.
El procesado ex vicepresidente Amado Boudou podrá ser un líbero que habría tratado de quedarse con la empresa que imprime billetes, a la vez que un aventurero que fraguaba direcciones de propiedades y patentes de autos. A tres años de que se conocieran supuestas pruebas sobre un accionar venal de su compañero de fórmula de 2011, la expresidenta se limitó a sacarlo de la primera fila de los actos públicos. Débil respuesta.
Tardía — y mucho más lesiva — fue la reacción de CFK ante Ricardo Jaime, un hombre elevado por Néstor Kirchner a la administración del transporte que se hacía pagar alquileres por los concesionarios y que hasta llegó a tratar de robar documentación durante un allanamiento. Se sabe que la expresidenta le molestaban las "corbatas menemistas", lo que no fue óbice para que el exsecretario de Transporte siguiera dilapidando subsidios sin control hasta 2009, mientras millones de argentinos sufrían pésimas condiciones en trenes suburbanos.
¿Jaime es atribuible a Néstor Kirchner y no a CFK? ¿Qué decir de José López, el generoso que en la madrugada de ayer trataba de deshacerse de varios millones de dólares y euros en un barrio humilde del oeste del Gran Buenos Aires? López ocupó la secretaría de Obras Públicas desde 2003 hasta 2016. ¿Cuántas viviendas públicas se dejaron de construir, o se construyeron mal, a cambio de coimas? Es pregunta.
El kirchnerismo fue acompañado por muchos artistas, intelectuales y militantes de los derechos humanos. Afirman que vieron en Néstor y Cristina Kirchner dos líderes que llevaron a cabo políticas redistributivas como pocas veces en la historia argentina, y que impulsaron un proceso de memoria y justicia sobre las atrocidades de la dictadura. Dicen ver en los Kirchner una valentía para enfrentar corporaciones, sin dejar de advertir que los intereses poderosos tienen herramientas para hacer tronar el escarmiento.
Si eso fue así, dicha masa crítica de hombres y mujeres pensantes, con trayectoria y sensibles se ahorraron la valiosa tarea de indignarse frente a la corrupción. Tampoco aportaron lo suyo al respecto los jóvenes de La Cámpora que se vieron atraídos por los Kirchner, en quienes sólo reconocieron épica. En el mejor de los casos, los sectores de los que se podría esperar un reclamo firme de honestidad para fortalecer el proyecto que defendían guardaron silencio. En el peor, aplaudieron a los corruptos, contaminando causas y principios. Sobraron consignas y agravios; faltó reflexión.
Los casos de Jaime, Boudou, Báez y López deberán tener el correspondiente recorrido judicial. El eventual desfalco perpetrado no incrimina en absoluto a quienes apoyaron al gobierno anterior por sus políticas. Queda para ellos la lección sobre los puntos vulnerables y severas contradicciones de un proyecto que se pretende transformador. En el caso de CFK, ella sí le debe una explicación al pueblo argentino, sin más desvíos retóricos.