Escribe
Sebastián Lacunza
Editor-in-Chief
@sebalacunza
La crisis poselectoral en Tucumán dominaba el debate
público. Concurridas marchas nocturnas de opositores sucedían a conferencias de
prensa, photo-oportunities, derrapes de la esposa y senadora y operaciones de prensa. Por
esas horas, uno de los principales estrategas del PRO recibió al Herald. “¿Qué
Tucumán?”, contestó la voz, con cierto desdén por las denuncias de fraude. “Estamos
mirando al Norte, sí, pero desde mucho antes, no bien se conocieron los
resultados de las PASO; ahí se nos juega la elección”.
A siete semanas de las elecciones presidenciales, en la mesa central del PRO hacen cuentas. Prevalece la cautela y no falta
optimismo. Saben que, por primera vez en la historia democrática, un partido de
centroderecha tiene chances de ganar la Presidencia, aunque nadie oculta que la
posibilidad de que el neokirchnerista Daniel Scioli gane en primera vuelta, sin
necesidad de balotaje, es considerable. En cambio, si hay que votar en
noviembre, “es otro partido: ganamos”.
Las encuestas conocidas hasta ahora sacan una foto bastante
parecida al resultado de las primarias del 9 de agosto, que dejaron a Scioli bien
posicionado de cara al 25 de octubre y a Mauricio Macri algo relegado, aunque las
urnas brindaron motivos para preocuparse a todos los bloques políticos.
Se ha dicho que las próximas serán las elecciones más
competitivas desde 2003, cuando el peronista conservador Carlos Menem ganó por
escaso margen sobre el peronista de centroizquierda Néstor Kirchner, antes de
abandonar la carrera de cara a la inminencia de una derrota contundente en segunda vuela.
El mapa electoral de los analistas del PRO divide cuatro
bloques. En el Gran Buenos Aires, “el kirchnerismo nos sacó un millón de votos
en las PASO, pero los recuperamos en el bloque más productivo (Capital Federal,
interior de la provincia de Buenos Aires, Santa Fe, sur de Entre Ríos, Córdoba
y Mendoza)”. “En la Patagonia nos ganaron, pero vamos a acortar la brecha y, en
cualquier caso, la diferencia la remontamos con dos barrios de Buenos Aires. El
tema está acá”.
“Acá” son once provincias del Norte, incluida San Juan. La diferencia
arroja más de 1,5 millón de votos. Varios de ellos son distritos que ya en 2003
brindaron al kirchnerismo un apoyo que lo puso en competencia y en los años
posteriores le darían márgenes indescontables contra cualquier competidor. Con
el sostenido apoyo en las provincias del Norte - más firme incluso que en el
Gran Buenos Aires -, Néstor y Cristina Kirchner han podido contrarrestar el discreto
resultado obtenido en ciudades como la Capital Federal, Córdoba y Rosario.
En ciertos departamentos de Salta o Santiago del Estero,
Scioli obtuvo más del setenta por ciento de los votos en agosto. Cuatro años
atrás, el porcentaje cosechado por Cristina Fernández de Kirchner rozó el
noventa por ciento en varias de aquellas circunscripciones.
El PRO parece (lo suele ser) un partido atravesado por el
marketing electoral, detalle que se muestra abusivo y vacuo, pero a la
luz de su recorrido, el partido de Macri resulta mucho más que eso. Parte de su dirigencia comprendió que
para ganar elecciones hay que tejer redes políticas y conquistar electorados
que habían caído en el abismo social a comienzos de siglo, y que luego, en
cierta medida, lograron alivio o recuperación.
Más allá de las denuncias de fraude en Tucumán (que, fuera de
micrófono, todos reducen a vicios electorales históricos de los que se vale el
peronismo pero también la oposición), en el PRO se abocaron a la difícil tarea de
conquistar el voto del Norte. Los cálculos más optimistas del entorno de
Mauricio Macri incluyen un papel para su teórico rival Sergio Massa. Ocurre que
el frente peronista disidente conformado por Massa y el gobernador cordobés
José Manuel de la Sota ocupó el segundo lugar en seis de las once provincias norteñas. De
acuerdo a la evaluación del PRO, si Massa pierde oxígeno de cara a octubre en Jujuy,
Tucumán o Formosa, sus votos son más propensos a emigrar hacia Scioli y
le brindarían al gobernador bonaerense una ayuda esencial para acercarse al 45
por ciento que determinaría su victoria en primera vuelta.
El caudal de votos de De la Sota, que fue significativo en
el noroeste, es el que aparece más en disputa. En Catamarca, Jujuy o Santiago
del Estero, el cordobés no tiene nada para perder en caso de que sus votantes
se difuminen en otras opciones. De la Sota sacó la mitad de sus 1,4 millón de
votos en su provincia. Allí el gobernador presenta listas para ambas cámaras
del Congreso, por lo que se descarta que dará pelea. En Córdoba, los
candidatos a diputados y senadores de De la Sota irán en la lista sábana pegada
a la del postulante presidencial Massa. Si éste insiste en cambiar de sistema
electoral para pasar a la boleta única o electrónica, sería el principal
perjudicado, porque en ese caso, De la Sota ya no tendría incentivos para volcar
sus frondosos fondos de campaña a favor del tigrense. Así las cosas, la foto de Massa y De la Sota en Jujuy, como se vio días atrás, calma la ansiedad en el comando del PRO.