Escribe Sebastián Lacunza
El 12 de octubre próximo tendrán lugar elecciones presidenciales en el país con mayor porcentaje de población indígena de Sudamérica, una buena forma de dar vuelta la página del fallido festejo del "Descubrimiento de América". A diferencia de lo que ocurre en Brasil y Uruguay, que también votan en las próximas semanas, en Bolivia el resultado está claro. Ganará su segunda reelección Evo Morales con porcentajes abismales sobre el segundo, Samuel Doria Medina (empresario, excandidato, centroderecha) y el tercero, Jorge "Tuto" Quiroga (expresidente, excandidato, derecha); que compite por un lugar en el podio con Juan del Granado (exalcalde de La Paz, disidente, un "Marina Silva" de Evo).
De este modo, Bolivia parece ser el único país de la región que prolonga el escenario vivido hasta hace poco en gran parte de América Latina en cuanto a oficialismos capaces de cosechar más del cincuenta por ciento de los votos y oposiciones divididas y desorientadas. El panorama, que podría otorgarle al Movimiento al Socialismo (MAS) la posibilidad de volver a reformar la Constitución, no debería sorprender. De la oleada de gobiernos de centroizquierda surgida hace más de diez años en la región, el de Morales fue el que más redujo la pobreza, por delante de los de la Argentina, Uruguay, Venezuela, Ecuador y Brasil, según la Comisión Económica para América Latina (CEPAL, del 62,4% al 36,3% entre 2002 y 2012). Luego de haber invertido los porcentajes de apropiación de la renta de los hidrocarburos entre privados y el Estado, el gobernante masista desarrolló políticas que ubican a Bolivia en lugares de liderazgo en cuanto a intervención estatal para reducir desigualdades, progreso de la población indígena y universalización de cobertura previsional, según organismos de Naciones Unidas. Y todo ello, sin desequilibrio fiscal, vale aclarar.
La relación de Morales con el electorado está lejos de ser un lecho de rosas, como remarca el autor de "Jefazo", Martín Sivak. "Miradas caricaturescas sobre el proceso boliviano dirían que como Evo es un indígena tiene el apoyo incondicional de las mayorías bolivianas y eso no es así. Sin tanto bienestar económico, no se explican los altos niveles de popularidad". "Se consume cinco veces más leche que antes de la presidencia de Morales. Algunos especialistas dicen que la fisonomía de los cuerpos de las personas de entre 20 y 30 años cambió en La Paz", puntualizó Sivak en una reciente entrevista con Página /12.
En este mismo espacio, Marcelo Falak analizaba el viernes pasado cómo el Partido de los Trabajadores (PT) de Lula da Silva y Dilma Rousseff se transformó en "el partido de los pobres". La mutación tuvo un correlato geográfico. El PT, que encontraba sus bastiones en el Gran San Pablo y en la progresista (bajo parámetros brasileños) Porto Alegre, pasó a afianzarse en el voto humilde del noreste.
Como Cristina de Kirchner a su turno, Dilma utilizó el atril de Naciones Unidas esta semana para proclamar los beneficios de los programas sociales implementados, de "transferencia de ingresos" vía la Bolsa Familia y el mayor acceso a la salud y a la educación. Una encuesta de Ibope conocida esta semana vino a ratificar el escenario descripto por Falak. Entre el cuarto de votantes de menores ingresos, la actual presidenta de Brasil recibirá el próximo 5 de octubre el 51 por ciento de los votos, de modo que si logra la difícil meta de quedarse en el Planalto, ya sabe a qué políticas debe darle continuidad.
CEPAL alerta que el mercado laboral y el acceso a la educación, áreas en las que América Latina conoció notables progresos en la década pasada, se han tornado insuficientes para continuar la reducción de la desigualdad y la pobreza. Bolivia, que partió más abajo que todos, es un caso parcialmente diferente, pero las tensiones sociales que han vivido diversos países de la región, con los correspondientes declives en la popularidad de los gobiernos y la puesta en riesgo de su éxito electoral, pueden entenderse a la luz del umbral alcanzado en la redistribución del ingreso, entre otros motivos.
El chileno Martín Hopenhayn, director de Desarrollo Social del organismo dependiente de Naciones Unidas, destacó en un seminario reciente organizado por la agencia informativa Inter Press Service que la Argentina es un caso excepcional de intervención estatal para reducir la desigualdad, lo que se expresa en el coeficiente Gini. Más allá de expresar alguna duda sobre la sustentabilidad de los programas sociales, Hopenhayn evaluó que los montos volcados a través de la Asignación Universal por Hijo y la masiva ampliación de la cobertura previsional , con tendencia creciente (Progresar), colocan a la Argentina en niveles escandinavos en cuanto a gasto social como porcentaje del Producto Bruto Interno. Otra cuestión es la productividad laboral, que de acuerdo con CEPAL, se ubica en la medianía latinoamericana, mientras que Suecia alcanza estándares estadounidenses (ver gráfico).
Entre las alertas emitidas por CEPAL para la región, unas cuantas se aplican a la Argentina, como la desigualdad en los logros educacionales entre los quintiles más ricos y más pobres, la segregación educativa (los ricos se educan con los ricos y los pobres con los pobres), el hacinamiento y la dificultad para acceder a bienes duraderos.
Lejos del crecimiento "a tasas chinas", ingreso de divisas por sobrevaloración de productos primarios y progreso social interclases, casi ningún Gobierno latinoamericano encuentra hoy las fortalezas de antaño. Quizás, con el tiempo, el de Bolivia se vea como el eslabón perdido con una década que quedó en el pasado. Sin embargo, en cualquier caso, la foto también explica por qué subsisten pisos de popularidad de los oficialismos cercanos al tercio del electorado, lo que no es poco teniendo en cuenta mapas políticos que sufrieron terremotos con las crisis de principios de siglo.
@sebalacunza
De este modo, Bolivia parece ser el único país de la región que prolonga el escenario vivido hasta hace poco en gran parte de América Latina en cuanto a oficialismos capaces de cosechar más del cincuenta por ciento de los votos y oposiciones divididas y desorientadas. El panorama, que podría otorgarle al Movimiento al Socialismo (MAS) la posibilidad de volver a reformar la Constitución, no debería sorprender. De la oleada de gobiernos de centroizquierda surgida hace más de diez años en la región, el de Morales fue el que más redujo la pobreza, por delante de los de la Argentina, Uruguay, Venezuela, Ecuador y Brasil, según la Comisión Económica para América Latina (CEPAL, del 62,4% al 36,3% entre 2002 y 2012). Luego de haber invertido los porcentajes de apropiación de la renta de los hidrocarburos entre privados y el Estado, el gobernante masista desarrolló políticas que ubican a Bolivia en lugares de liderazgo en cuanto a intervención estatal para reducir desigualdades, progreso de la población indígena y universalización de cobertura previsional, según organismos de Naciones Unidas. Y todo ello, sin desequilibrio fiscal, vale aclarar.
La relación de Morales con el electorado está lejos de ser un lecho de rosas, como remarca el autor de "Jefazo", Martín Sivak. "Miradas caricaturescas sobre el proceso boliviano dirían que como Evo es un indígena tiene el apoyo incondicional de las mayorías bolivianas y eso no es así. Sin tanto bienestar económico, no se explican los altos niveles de popularidad". "Se consume cinco veces más leche que antes de la presidencia de Morales. Algunos especialistas dicen que la fisonomía de los cuerpos de las personas de entre 20 y 30 años cambió en La Paz", puntualizó Sivak en una reciente entrevista con Página /12.
En este mismo espacio, Marcelo Falak analizaba el viernes pasado cómo el Partido de los Trabajadores (PT) de Lula da Silva y Dilma Rousseff se transformó en "el partido de los pobres". La mutación tuvo un correlato geográfico. El PT, que encontraba sus bastiones en el Gran San Pablo y en la progresista (bajo parámetros brasileños) Porto Alegre, pasó a afianzarse en el voto humilde del noreste.
Como Cristina de Kirchner a su turno, Dilma utilizó el atril de Naciones Unidas esta semana para proclamar los beneficios de los programas sociales implementados, de "transferencia de ingresos" vía la Bolsa Familia y el mayor acceso a la salud y a la educación. Una encuesta de Ibope conocida esta semana vino a ratificar el escenario descripto por Falak. Entre el cuarto de votantes de menores ingresos, la actual presidenta de Brasil recibirá el próximo 5 de octubre el 51 por ciento de los votos, de modo que si logra la difícil meta de quedarse en el Planalto, ya sabe a qué políticas debe darle continuidad.
CEPAL alerta que el mercado laboral y el acceso a la educación, áreas en las que América Latina conoció notables progresos en la década pasada, se han tornado insuficientes para continuar la reducción de la desigualdad y la pobreza. Bolivia, que partió más abajo que todos, es un caso parcialmente diferente, pero las tensiones sociales que han vivido diversos países de la región, con los correspondientes declives en la popularidad de los gobiernos y la puesta en riesgo de su éxito electoral, pueden entenderse a la luz del umbral alcanzado en la redistribución del ingreso, entre otros motivos.
El chileno Martín Hopenhayn, director de Desarrollo Social del organismo dependiente de Naciones Unidas, destacó en un seminario reciente organizado por la agencia informativa Inter Press Service que la Argentina es un caso excepcional de intervención estatal para reducir la desigualdad, lo que se expresa en el coeficiente Gini. Más allá de expresar alguna duda sobre la sustentabilidad de los programas sociales, Hopenhayn evaluó que los montos volcados a través de la Asignación Universal por Hijo y la masiva ampliación de la cobertura previsional , con tendencia creciente (Progresar), colocan a la Argentina en niveles escandinavos en cuanto a gasto social como porcentaje del Producto Bruto Interno. Otra cuestión es la productividad laboral, que de acuerdo con CEPAL, se ubica en la medianía latinoamericana, mientras que Suecia alcanza estándares estadounidenses (ver gráfico).
Entre las alertas emitidas por CEPAL para la región, unas cuantas se aplican a la Argentina, como la desigualdad en los logros educacionales entre los quintiles más ricos y más pobres, la segregación educativa (los ricos se educan con los ricos y los pobres con los pobres), el hacinamiento y la dificultad para acceder a bienes duraderos.
Lejos del crecimiento "a tasas chinas", ingreso de divisas por sobrevaloración de productos primarios y progreso social interclases, casi ningún Gobierno latinoamericano encuentra hoy las fortalezas de antaño. Quizás, con el tiempo, el de Bolivia se vea como el eslabón perdido con una década que quedó en el pasado. Sin embargo, en cualquier caso, la foto también explica por qué subsisten pisos de popularidad de los oficialismos cercanos al tercio del electorado, lo que no es poco teniendo en cuenta mapas políticos que sufrieron terremotos con las crisis de principios de siglo.
@sebalacunza