Escribe
Sebastián Lacunza
La agitada sesión de la comisión de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense de la semana pasada que puso contra las cuerdas al elegido por Barack Obama como embajador en Buenos Aires, Noah Mamet, no fue una excepción para ese tipo de exámenes. El mismo día hubo otros casos que encendieron polémica en EE.UU., como el propuesto para Noruega, George Tsunis, quien ni siquiera sabía que en ese país escandinavo no hay presidente sino primer ministro y rey.
Quienes conocen el paño del Senado estadounidense confían en que las objeciones recibidas por Mamet -un amigo y eficiente recaudador de campaña de Obama- no bloquearán su designación. Ven lo ocurrido durante la audiencia del jueves 6 de febrero como un juego típico de la política norteamericana antes que un choque de fondo.
Sin embargo, dado el tono exacerbado de las dos principales espadas que cuestionaron las calificaciones de Mamet para ocuparse de un país que enfrenta un inminente colapso, el republicano por Florida Marco Rubio y el demócrata por Nueva Jersey Robert Menéndez, algunos arriesgan que podría tratarse de algo más que fuegos artificiales.
Menéndez, presidente de la comisión, y Rubio tienen dos perfiles muy distintos. El primero ocupa una silla histórica del Partido Demócrata en el Senado, representando un bastión de la costa noreste. Acaba de ser reelecto y todo indica, por edad e influencia, que alcanzó su techo político. Menéndez combina buenos vínculos con el voto inmigrante y sindicatos de New Jersey con una prédica altisonante contra el gobierno comunista de Cuba.
Este último punto lo acerca al hijo de cubanos Rubio. El joven llegó a la Cámara Alta en 2010 junto con la oleada extremista del Tea Party (al que no pertenece pero del que dijo sentirse afín), a caballo de propuestas extrañas para un hijo de inmigrantes como la premisa del english only como requisito para recibir extranjeros. Su edad (42), su origen y su estilo renovador ilusionan a algunos republicanos de línea dura para 2016, que hace dos ciclos electorales no le encuentran la vuelta a la creciente participación de votantes no tradicionales (es decir, no blancos anglo-protestantes).
Sin embargo, las coincidencias entre ambos senadores no se agotan en la fobia al castrismo o en la preocupación por lo que consideran una democracia en riesgo como la argentina, cuyo gobierno -coinciden ambos-, acosa a los medios independientes y, en particular, al Grupo Clarín.
Otro eslabón de la cadena que los une es uno de sus principales aportantes de campaña, el dueño de hedge funds, demandante del Estado argentino y activo militante internacional contra el gobierno kirchnerista Paul Singer.
El caso de Rubio es claro. El fondo Elliott Management, de Singer, le otorgó 117.620 dólares durante el período 2009-2014, lo que lo convierte en su segundo donante, de acuerdo a una estadística publicada por la ONG Cemtre for Responsive Politics. En cuanto a Menéndez, el beneficio vino por el lado del estudio de abogados especializado en derechos de los acreedores Lowenstein Sandler, desde cuyas oficinas confirmaron a este periodista que representó a una firma que participó de uno de los juicios iniciados por NML Capital (un fondo buitre de Singer) contra la Argentina ante los tribunales de Nueva York. En su caso, Lowenstein Sandler le brindó 81.910 dólares desde 2008, por lo que también resultó ser el segundo aportante individual.
Menéndez exhibe un prolífico historial de supuestos conflictos de intereses entre sus donantes y su acción legislativa. En estos días ocupa páginas de los diarios por un problema de ese tipo. Según informó la cadena de TV NBC, el senador demócrata está bajo investigación de la Fiscalía por haber hecho lobby a favor de la residencia de dos hermanos ecuatorianos de apellido Isaías, que son banqueros prófugos de la Justicia de su país con sentencia confirmada por haber defraudado a depositantes por 100 millones de dólares. Los Isaías, que eran propietarios en Ecuador de canales de televisión de gran audiencia, vieron sus bienes confiscados por el Estado tras un proceso que fue bien visto por la Embajada de EE.UU. en Quito, al punto de que recomendó su deportación, según los cables de WikiLeaks. La denuncia indica que los banqueros fugitivos le habrían hecho llegar a Menéndez 100.000 dólares por vía ilegal. La oficina del senador calificó la especie como una campaña de difamación, y aclaró que hace gestiones anualmente para otorgar beneficios a cientos de inmigrantes.
@sebalacunza
Sebastián Lacunza
La agitada sesión de la comisión de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense de la semana pasada que puso contra las cuerdas al elegido por Barack Obama como embajador en Buenos Aires, Noah Mamet, no fue una excepción para ese tipo de exámenes. El mismo día hubo otros casos que encendieron polémica en EE.UU., como el propuesto para Noruega, George Tsunis, quien ni siquiera sabía que en ese país escandinavo no hay presidente sino primer ministro y rey.
Quienes conocen el paño del Senado estadounidense confían en que las objeciones recibidas por Mamet -un amigo y eficiente recaudador de campaña de Obama- no bloquearán su designación. Ven lo ocurrido durante la audiencia del jueves 6 de febrero como un juego típico de la política norteamericana antes que un choque de fondo.
Sin embargo, dado el tono exacerbado de las dos principales espadas que cuestionaron las calificaciones de Mamet para ocuparse de un país que enfrenta un inminente colapso, el republicano por Florida Marco Rubio y el demócrata por Nueva Jersey Robert Menéndez, algunos arriesgan que podría tratarse de algo más que fuegos artificiales.
Menéndez, presidente de la comisión, y Rubio tienen dos perfiles muy distintos. El primero ocupa una silla histórica del Partido Demócrata en el Senado, representando un bastión de la costa noreste. Acaba de ser reelecto y todo indica, por edad e influencia, que alcanzó su techo político. Menéndez combina buenos vínculos con el voto inmigrante y sindicatos de New Jersey con una prédica altisonante contra el gobierno comunista de Cuba.
Este último punto lo acerca al hijo de cubanos Rubio. El joven llegó a la Cámara Alta en 2010 junto con la oleada extremista del Tea Party (al que no pertenece pero del que dijo sentirse afín), a caballo de propuestas extrañas para un hijo de inmigrantes como la premisa del english only como requisito para recibir extranjeros. Su edad (42), su origen y su estilo renovador ilusionan a algunos republicanos de línea dura para 2016, que hace dos ciclos electorales no le encuentran la vuelta a la creciente participación de votantes no tradicionales (es decir, no blancos anglo-protestantes).
Sin embargo, las coincidencias entre ambos senadores no se agotan en la fobia al castrismo o en la preocupación por lo que consideran una democracia en riesgo como la argentina, cuyo gobierno -coinciden ambos-, acosa a los medios independientes y, en particular, al Grupo Clarín.
Otro eslabón de la cadena que los une es uno de sus principales aportantes de campaña, el dueño de hedge funds, demandante del Estado argentino y activo militante internacional contra el gobierno kirchnerista Paul Singer.
El caso de Rubio es claro. El fondo Elliott Management, de Singer, le otorgó 117.620 dólares durante el período 2009-2014, lo que lo convierte en su segundo donante, de acuerdo a una estadística publicada por la ONG Cemtre for Responsive Politics. En cuanto a Menéndez, el beneficio vino por el lado del estudio de abogados especializado en derechos de los acreedores Lowenstein Sandler, desde cuyas oficinas confirmaron a este periodista que representó a una firma que participó de uno de los juicios iniciados por NML Capital (un fondo buitre de Singer) contra la Argentina ante los tribunales de Nueva York. En su caso, Lowenstein Sandler le brindó 81.910 dólares desde 2008, por lo que también resultó ser el segundo aportante individual.
Menéndez exhibe un prolífico historial de supuestos conflictos de intereses entre sus donantes y su acción legislativa. En estos días ocupa páginas de los diarios por un problema de ese tipo. Según informó la cadena de TV NBC, el senador demócrata está bajo investigación de la Fiscalía por haber hecho lobby a favor de la residencia de dos hermanos ecuatorianos de apellido Isaías, que son banqueros prófugos de la Justicia de su país con sentencia confirmada por haber defraudado a depositantes por 100 millones de dólares. Los Isaías, que eran propietarios en Ecuador de canales de televisión de gran audiencia, vieron sus bienes confiscados por el Estado tras un proceso que fue bien visto por la Embajada de EE.UU. en Quito, al punto de que recomendó su deportación, según los cables de WikiLeaks. La denuncia indica que los banqueros fugitivos le habrían hecho llegar a Menéndez 100.000 dólares por vía ilegal. La oficina del senador calificó la especie como una campaña de difamación, y aclaró que hace gestiones anualmente para otorgar beneficios a cientos de inmigrantes.
@sebalacunza