La primera pregunta que habría que hacerle a CFK, sea Fantino el entrevistador o cualquier otro, es porqué, a través de nombramientos de funcionarios que van de la ineptitud a la venalidad, elige profundizar la ilegalidad para combatir el delito. La política entre negligente y cómplice elegida por el gobierno nacional, nombrando sheriffs impresentables, redunda en más casos de tortura, muertes por gatillo fácil, corrupción e inseguridad para todos. Muertes, obviamente, de jóvenes y adolescentes pobres del Gran Buenos Aires y las provincias, que creo recordar que también tienen derechos humanos. No lo digo yo. Lo dijeron en su momento León Arslanián y Nilda Garré, que hicieron intentos, esbozos en el segundo caso, de transitar un camino distinto y a quienes el kirchnerismo no les dio tiempo y cuyas reformas no respetó. El camino, obviamente, es lento, por lo cual se necesita una visión de estadista, una templanza y un coraje que al parecer no existe para afrontar el tema en el Gobierno nacional, como sí los tuvo para juzgar las atrocidades de la dictadura.
Unos tipos con micrófono que insultan más que un hincha desbordado son presentados en las webs y en la tele como apasionados que causan gracia. Antes que ocurrentes espontáneos son, en realidad, violentos equiparables con barrabravas. Es una paradoja que ello ocurra en el Río de la Plata, donde nacieron los mejores relatores de fútbol del mundo. Entre ellos, el mejor, Víctor Hugo. El jugador sublime tuvo al relator sublime. Por su universo de palabras y sus tonos de voz, por sus creaciones artísticas; por su capacidad para leer la jugada y por la precisión de la narración. Casi no aparecen ahora los diálogos que VH presumía entre jugadores o con el árbitro, o el "que sea, que sea, que sea". Pervive el "ta ta ta" y el "no quieran saber". Contemporáneos de Víctor Hugo, hubo y hay relatores brillantes (soy injusto y nombro seis: Juan Carlos Morales, José María Mansilla, José Gabriel Carbajal, el primer Walter Saavedra y el mejor relator argentino que esc...