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En EE.UU. también se consigue


Pactos, denuncias y tironeos en el mercado de medios
Escribe Sebastián Lacunza 

Tiempo de cambios tecnológicos y de sorpresas. Barack Obama abre puertas a su enemigo número uno en el campo de los medios, Rupert Murdoch. Una histórica legislación antimonopólica consagró en EE.UU. una variedad saludable que, aun así, no exime al país de debates encendidos.

La trama parece tentadora. Abona las teorías que explican la política como algo que se cuece en despachos sombríos y cenas nunca reveladas, que prescinde de lo que se percibe como discurso público. Involucra a su vez a un emporio de la comunicación que es visto por muchos como un depredador libre en una reserva marina, pese a que, en teoría, los dueños del acuario afirman tener todo bajo control para que los peces naden cada uno en su espacio. 

Resulta que un presidente que supo ser refrescante para los agobiados progresistas y minorías de su país se acerca a darle un regalo soñado al dueño de un emporio mediático conservador, que se hizo fuerte, precisamente, exacerbando los ánimos contra el centroizquierda biempensante y no siempre efectivo. 

Para mayor intriga, el empresario mediático que llevó por todo lo alto el discurso extremista acaba de quedar expuesto por manejos periodísticos brutales en otro país. Un hombre que hizo fortunas con las noticias se encontró con el shock de realidad de la ira popular, que se desató cuando salió a la luz un espionaje masivo de centenares de personajes famosos y de ignotas familias víctimas de dramas, llevado a cabo por un exitoso semanario de su propiedad. A causa de ello, Rupert Murdoch, de él se trata, debió abandonar un rato el rol del personaje sibilino para unos, audaz para otros, soberbio para todos, para sentarse en el banquillo de tribunales. 

Como una bola de nieve, quedó expuesto que el magnate tenía casi de rehén hasta al propio jefe de Gobierno, nada menos que del Reino Unido, lo opuesto a una republiqueta bananera para el imaginario. A David Cameron le había prestado a sus mejores hombres para que le organizaran la campaña y, luego, la comunicación del Ejecutivo. Una alianza indisoluble. A tal punto que cuando comenzaba la vorágine por el espionaje y todo el arco político, en teoría, se sumaba a la indignación, el jefe de Gobierno enviaba mensajes de texto a la editora estrella del grupo mediático. Mucho amor o riéndome en voz alta le escribió este joven y altanero primer ministro a la periodistaRebekah Brooks. Bendecida por Murdoch, la editora se había llevado el mundo por delante hasta toparse con el desierto de horas de arresto por el espionaje en cuestión.

El australiano Murdoch pisa fuerte en los principales mercados del mundo de la lengua que domina. A la hora de sellar alianzas políticas en Estados Unidos, el empresario fue menos ecuánime que en Londres, donde también se habían subyugado mutuamente con el laborista Tony Blair. Su afinidad pública americana se orientó sólo hacia los republicanos, al punto de que contrató a varios de sus líderes y emergentes como presentadores de su canal de noticias. En este marco, con capacidad para agitar al sector más conservador de la opinión pública, Fox News dio rienda suelta a preguntas como dardos: ¿Quién es Barack Obama?, ¿es socialista?, ¿nació en Estados Unidos?, ¿es musulmán?

Obama, se supone, detesta a los medios de Murdoch, agrupados en News Corporation. Le niega entrevistas a Fox News y con frecuencia ha citado a esa emisora como el buque insignia de la cadena del desánimo. 

Obligados a recalcular en el Reino Unido, Cameron y Murdoch desactivaron los ambiciosos planes de ampliación de News Corporation en el negocio de la TV paga en Londres. El escándalo los agarró en pleno proceso de modificación de las reglas para que el magnate ampliara su participación en BSkyB. No pudo ser. Para compensar, Murdoch decidió ir por más en Estados Unidos, donde ya tiene en su haber las principales marcas conservadoras de Nueva York: el diario más vendido de EE.UU., The Wall Street Journal, y el sensacionalista The New York Post. Posee también una amplia red de canales de TV locales en todo el país, varias emisoras de cable y productoras de cine y entretenimientos.

Fue así que, en el último tercio del año, Murdoch puso su mirada en el gran diario serio del oeste norteamericano, Los Angeles Times, y en el periódico insignia de otro gran estado que aporta muchos votos a los demócratas, Chicago Tribune (de Illinois). Ambos forman parte del grupo Tribune, que está contra las cuerdas, con parte del accionariado en manos de acreedores, incluidos fondos buitre. No se trata de un negocio más. Si supera un escollo legal antimonopólico que hasta hace poco parecía infranqueable y que motivó décadas de quejas empresariales, el australiano rompería las fronteras ideológicas conservadoras para tomar influyentes diarios que suelen manifestar su apoyo a los demócratas. 

Aquí viene el giro inesperado de la historia. Para dar ese paso, Murdoch contaría con el apoyo de Obama. Así lo describió semanas atrás la organización Free Press, que combate la concentración informativa en EE.UU.: Murdoch ha puesto su mirada en Los Angeles Times y en Chicago Tribune, los principales diarios en la segunda y la tercera ciudades más grandes del país, donde, por cierto, poseen varios canales de televisión. Y Murdoch consigue lo siguiente: la Federal Communications Commission -la FCC de Obama, nada menos- está tratando de cambiar las reglas para que Murdoch pueda tener exactamente lo que quiere. Peor aún, el jefe de la FCC, Julius Genachowski, quiere aprobar estos cambios sin que te des cuenta. 

Para que Murdoch ponga un pie en Los Angeles Times, el ente regulador tendría que modificar una de las normas más emblemáticas de las que controlan la concentración de medios en EE.UU., como es que un diario no puede tener licencias de radio o TV en una misma ciudad. Ese cambio viene sobrevolando el mundillo de la comunicación y ha disparado editoriales cruzados entre diferentes trincheras mediáticas. Los críticos lo ven como una modificación con nombre y apellido.

Las normas antimonopólicas de EE.UU. son múltiples y han permitido que, por ejemplo, coexistan más de 15 diarios que venden más de 300.000 ejemplares, seis grandes proveedores de TV paga, cuatro canales de TV nacionales competitivos y uno público, muchos mercados locales autónomos y un largo etcétera; y todo ello, con pocos cruces en la propiedad de los medios. Un escenario opuesto al que se vive en América Latina. Países europeos, como Francia, Alemania, Reino Unido y los escandinavos, con un desarrollo de la radio y TV privadas que en algunos casos apenas lleva tres décadas, tienen vigente su propio repertorio antitrust.

Sin embargo, como muestra el caso Murdoch, las normas regulatorias están siendo puestas en debate, y más que ello. La FCC (AFSCA estadounidense) vive internas entre los directores nombrados por uno y otro partido, el Senado ha volteado flexibilizaciones aprobadas por el ente regulador, intervienen los tribunales, se llenan de contratos los abogados y prenden fuego al teclado las ONG que envían alertas a todos los despachos posibles. 

El contexto es especial. Una teoría indica que momentos de dificultad económica y renovación tecnológica como el actual deben derivar en normas anticoncentración más flexibles. Al respecto, Santiago Marino, coordinador de la maestría de Industrias Culturales de la Universidad de Quilmes, alertó que hay un discurso que dice que la tendencia es ésa, pero no lo constato en los marcos regulatorios. Se habla, pero en la realidad, no ocurre. Lo que sí hay son presiones de los grupos concentrados, que, por ejemplo en EE.UU., buscan flexibilizar el tope del mercado del 35%, y no lo logran. 

Al citado Genachowski, nombrado por Obama con acuerdo del Senado al frente de la FCC (compuesta por cinco miembros), diversas organizaciones lo tienen entre ceja y ceja. Contra lo esperado y prometido, fue durante el Gobierno de Obama que se aprobó la unión del canal de TV NBC (uno de los cuatro nacionales) con Comcast, el proveedor líder de cable, internet y telefonía, a cambio de requisitos como otorgar banda ancha a menos de u$s 10 a 2,5 millones de hogares de bajos recursos, e incluir en la grilla medios independientes y contenidos para las minorías. Relacionado con ello o no, el grupo NBC-Comcast lanzó durante el mandato de Obama el canal de noticias MSNBC, una contrainsurgencia demócrata contra Fox News, que ha tenido bastante éxito. 

A la FCC de Obama también la acusan de hacer la vista gorda con pequeños deslices, como habilitarles canales en distritos vecinos a grandes ciudades, como Nueva Jersey con respecto a Nueva York, para que gane mercados por el costado. 

El encargado de relaciones externas de Free Press, Joseph Torres, agregó críticas ante este diario: La administración Obama también falló en encarar la gran concentración en el mercado de banda ancha, lo que tiene implicancias críticas en el futuro de internet. Torres, que dice que republicanos y demócratas no se comportan muy distinto en la materia, concluye que la FCC está demasiado influenciada por grandes corporaciones e ignora condiciones para la propiedad de los medios, especialmente aquellas que atañen a comunidades de color y otras minorías.

Casi todos los países desarrollados, en la medida en que mantienen las líneas generales de restricción de la posición dominante, han habilitado el denominado triple play, mediante el que un proveedor abastece a sus usuarios de TV paga, internet y telefonía. Impera un avance tecnológico que torna inexorable la llegada de esos tres servicios por una misma vía. En esa línea, muchos países han permitido el triple play porque genera mejores condiciones de competencia, reconoció Marino, de la Universidad de Quilmes. Una forma de afectar la democracia es generar condiciones ruines para el mercado. Éste es anticompetitivo cuando tiene muchos jugadores y uno con posición dominante, y es ineficaz cuando tiene sólo dos jugadores. Por ello es que el triple play marca una tendencia que mejora el mercado, remarcó. 

Murdoch es un actor prominente, con características pintorescas, que aumenta sus beneficios año a año en momentos de redimensionamiento del negocio, caídas de Goliat, victorias de David que duran lo que un suspiro, nuevos medios, formatos y lecturas. Nótese que Murdoch acaba de anunciar el cierre del efímero The Daily, un diario creado para ser leído sólo en iPad, al tiempo que deja saber que va por grandes señoras de la comunicación como Los Angeles Times y Chicago Tribune. Las históricas relaciones de acercamiento y conflicto entre medios y Gobiernos vuelven a medirse en la balanza. A la vez, el tránsito desinhibido del empresario, por decir lo menos, expone hasta qué punto se puede tornar amenazante para los derechos sociales e individuales un crecimiento desmesurado de un conglomerado de medios, que negocia vis-à-vis con gobernantes, incluso en democracias que, se supone, tienen la guardia en alto. 

@sebalacunza

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