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El día del tsunami




Michelle Obama, primera dama estadounidense y una de las demócratas más populares, salió ayer a hacer campaña en Nevada. La Casa Blanca intenta contener lo más posible la esperada ola republicana en las elecciones de mitad de mandato de hoy.

Miami - Barack Obama podría tener hoy una noche electoral muy mala o, incluso, cercana al desastre. El vendaval de entusiasmo que lo eligió presidente hace dos años parece haberse evaporado. Todo indica que los estadounidenses consagrarán el dominio republicano de la Cámara de Representantes, mientras los demócratas se aferran a la esperanza de no ceder la mayoría también en el Senado, lo que se presentaría, a esta altura, como una derrota dulce. Sin embargo, hasta ese premio consuelo está en riesgo.

Desde que Franklin Roosevelt ganó bancas en 1934, empujado por el «New Deal», sólo George W. Bush consiguió en 2002 sumar asientos para su partido en la mitad de su mandato, a caballo del sentimiento «patriótico» que derivó de los atentados de 2001.

Sin embargo, las características de la supuesta victoria republicana son las que se presentan especialmente preocupantes para el oficialismo. Un sentimiento que navega entre el odio y el choque frontal con las ideas del obamismo, que tomó cuerpo en el Tea Party y en otros liderazgos conservadores, empuja el voto opositor. Varios de los emergentes que hoy saldrán electos no tienen nada que negociar con un Gobierno que lidia con la peor crisis económica desde la Gran Depresión y al que le quedan dos años de mandato. Por el contrario, quieren acabar cuanto antes con un proyecto que definen como «socialista».

Como contracara, casi todos los sectores que empujaron a Obama a la presidencia parecen hoy desactivados. Los jóvenes y los primeros votantes volvieron a tomar distancia de la política. Para negros y latinos, dos de sus principales preocupaciones

-el desempleo y el desalojo por créditos impagos- siguen siendo tan amenazantes como hace dos años. A su vez, la base de intelectual de los demócratas poco pudo concretar de sus aspiraciones más relevantes en materia de derechos civiles y política exterior.

Ni los más convencidos obamistas ocultan el pavor que les genera el previsible resultado de las elecciones ni esconden sus críticas al Gobierno. Paradas bajo un sol abrasador en la explanada de la municipalidad de Miami Beach, con propaganda en sus manos, Caroline Koetser, enfermera jubilada, y Julie Hoskowitz, abogada, reparten críticas indignadas a Bush hijo y padre por las guerras y otros pecados, pero reconocen ante Ámbito Financiero estar «desilusionadas» por las «muchas cosas que no se pudieron hacer». «Hice campaña entre mis amigos para que la reforma de salud incluyera la opción pública (seguro estatal), y no lo hemos conseguido. De todas maneras, Obama sigue creyendo en las promesas que hizo, y 18 meses en el cargo es muy poco tiempo», matiza Caroline en el último suspiro de la campaña. Otros demócratas, incluso candidatos, responsabilizan al presidente por no haber sabido deslindar su responsabilidad por la crisis.

Inmigración

Marleine Bastein, una inmigrante fundadora de la organización Mujeres Haitianas de Miami, alerta en un encuentro con periodistas invitados por el Departamento de Estado sobre la emergencia de políticos antiinmigración como el ultraconservador Marco Rubio, quien hoy será seguramente electo senador por Florida. «Apoya la ley de inmigración de Arizona y quiere una similar para Florida. Cuando se le da el poder a un policía para detener a un inmigrante, el impacto y los riesgos son muy negativos para toda la comunidad», dijo.

Veamos el peor escenario para Obama. Se renuevan las 435 bancas de la Cámara de Representantes. Los republicanos deberían ganar 39 asientos sobre su número actual, lo que casi nadie pone en duda. En tanto, el Senado, una sala de mayor peso simbólico y poder real en Estados Unidos, presenta algunas particularidades. La Cámara alta elige 37 de sus 100 asientos. El oficialismo pone en juego 19 bancas de sus 59, mientras que la oposición republicana arriesga 18 de 41. Las últimas encuestas señalan que los demócratas o aliados tienen asegurados seis senadores en bastiones como Nueva York, Maryland y Vermont, en la costa este, y Oregon, en la oeste. Los conservadores, en tanto, no tendrían problemas en feudos tradicionales del centro y centro-oeste del país, como Arizona, Oklahoma y Utah, mientras que tampoco habría dudas en otros distritos más oscilantes, como Florida (cuyo resultado suele ser el mejor muestreo de la elección nacional), Iowa y ambas Carolinas, sumando unas 15 sillas aseguradas.

Perspectivas

Aun con una victoria republicana, los demócratas, que acumularon bancas en 2006 y 2008, no deberían ver en riesgo su mayoría en el Senado. Sin embargo, el escenario impensado es posible, y ello podría transformarse en un condicionante de difícil solución para el futuro político del presidente.

Lo explica, en parte, el hecho de que el Tea Party y una ofensiva mediática liderada por el News Group de Rupert Murdoch, con Fox News a la cabeza, han tenido éxito al encauzar parte del descontento que generó la crisis. Según una encuesta de la firma Opinion Research, conocida ayer, el 75% de los estadounidenses estima que «las cosas van mal», con el desempleo (58%) a la cabeza de las preocupaciones. También se votarán 37 de las 50 gobernaciones.

Ante los problemas «reales», los conservadores han denunciado con pericia a un Obama enfrascado en sus «obsesiones elitistas». Monumentales planes de estímulo, la desgarradora batalla por la reforma de salud, la molesta agenda de los derechos civiles, los impuestos, el establishment de Washington DC y la «inacción» ante la inmigración han sido los blancos predilectos de la artillería conservadora. El mensaje ha prendido, parece.

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