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García Linera: "Hay que despartidizar a los medios"

Álvaro García Linera visitó Buenos Aires para recibir un doctorado honoris causa.
El vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, es no sólo un hombre clave del Ejecutivo de Evo Morales sino también uno de los soportes intelectuales de mayor peso para los gobiernos populistas o de izquierda latinoamericanos. Este matemático y exguerrillero, autodefinido como «marxista clásico», visitó el sábado pasado Buenos Aires para recibir el doctorado honoris causa en la Universidad de San Martín. El siguiente es el diálogo mantenido entre Ámbito financiero y García Linera. 

Periodista: ¿Se llegó a un punto de no conflicto entre Repsol y el Gobierno de Bolivia?

Álvaro García Linera
: La relación ha tenido sus altibajos. En Bolivia ninguna empresa extranjera es dueña de los recursos hidorcarburíferos. Les hemos aplicado la estructura impositiva más alta de América Latina y una de las más altas del mundo, del 70 al 85% sobre la explotación. El Estado ha asumido el monopolio, ya sea como contratista, productor, industrializador o vendedor. Para llegar a eso hubo un primer momento de choque, luego un sabotaje silencioso de las empresas. Ahí hemos recibido el apoyo del entonces presidente Néstor Kirchner, que nos dijo: «Díganme cuánto necesitan que yo voy a buscar la plata para que puedan invertir». Eso sirvió para que las empresas corrieran a buscar la plata no bien vieron que el Gobierno se preparaba para tomar medidas. Se disciplinaron y ahora hay una empresa, como Repsol, que actúa como socia disciplinada del Estado boliviano. 

P.: ¿Los liderazgos personales no condicionan a los gobiernos latinoamericanos? 

Á.G.L.: Los procesos revolucionarios y progresistas en América Latina llegan como corolario de grandes movilizaciones sociales, descontentos colectivos, visibilización de movimientos de protesta urbana o rural, desde Argentina a Venezuela. La combinación de liderazgos carismáticos hace que la voluntad colectiva movilizada se encarne, se objetivice en personalidades muy fuertes. Por eso son victorias tan contundentes, tan apodícticas. Está claro que estos liderazgos tienen que abordar de alguna u otra manera los mecanismos de reemplazo y reelaboración. A mediano plazo va ser necesaria la formación de estructuras que permitan visualizar la continuidad a través del recambio; pero a mediano plazo, no ahora.

P,; ¿Cómo pueden los gobiernos latinoamericanos dar un marco de pluralidad y continuidad a las reformas del sistema de medios que han emprendido? 

Á.G.L.: Siempre los medios han tenido una relación muy cercana y porosa con la política, no es reciente. Lo nuevo de este período es que, fruto de esta insurgencia política que ha barrido los viejos sistemas políticos, éstos se atrincheraron en el ámbito mediático. La prensa ha pasado de una relación ambigua con la política a un papel de organizadora y agitadora de la oposición. En Bolivia, dirigentes desplazados del escenario del Estado se van a los medios como propietarios, comentaristas o comunicadores. Se partidizan los medios y la construcción de la verdad. Frente a eso, los nuevos gobiernos han potenciado medios estatales y diversificado los alternativos. ¿Qué sería lo deseable? Una despartidización del espacio mediático. En la medida en que ello ocurra, lo más probable es que los gobiernos van a ir despartidizando los medios estatales.

P.: ¿Y al revés?

Á.G.L.: También, lo que pasa es que el fenómeno ha surgido del otro lado. Los políticos desplazados han comenzado a atacar a través de los medios. Después de uno, dos o tres años de estupor, los gobiernos responden con medios del Estado, diversificando, desde Venezuela a Argentina. La politización de los medios estatales surge como resistencia. Quienes tienen que asumir la iniciativa son ambos o los medios privados. Aquí apelo a la opinión pública para ir aislando a aquellos que han partidizado demasiado, de uno u otro lado. Tengo la impresión de que esta partidización, siendo realista, todavía tiene para rato. Quizás, en la medida en que se construya una oposición política, progresista o conservadora, con soberanía, liderazgo y proyecto, esto pueda declinar la partidización de los medios. Ya que no hay proyecto, el uso del medio puede desgastar, debilitar, pero no para gobernar. 

P.: Pasadas las primeras urgencias sociales... ¿por qué el Gobierno boliviano ha tenido dificultades recientes, incluso con sectores de su base electoral?

Á.G.L.: 
Se puede observar un primer período del presidente Evo caracterizado por la lucha frente a quienes tenían otro proyecto de sociedad. Hubo enfrentamientos democráticos y hasta golpistas. El nuevo momento se caracteriza por el período de expansión económica más importante de los últimos 90 años. Dada esta ampliación de derechos, surgió una pelea social por la redistrubción de la riqueza. Es en momentos de expansión económica y democrática cuando se da mayor conflictividad para convertir los mayores recursos en derechos consolidados. En esta querella pueden tender a prevalecer las miradas corporativas por encima de las universales. Surge la pelea entre asalariados y cooperativas, y entre indígenas de tierras bajas y altas, por ejemplo. La clave es la búsqueda maoísta de la solución al interior de los pueblos, en términos democráticos, no violentos. La complejidad territorial, nacional étnica y cultural de Bolivia requiere mucha precisión del Gobierno. Nos costó entender ese tránsito y había que acomodarse.

P.: ¿La exclusión de cargos políticos por la mera acusación de un fiscal no es proscriptiva para la oposición?

Á.G.L.: Esa figura estaba presente desde la ley de descentralización territorial de 1994, hace 18 años. El proceso es que, luego de una denuncia, el fiscal acumula datos, testimonios, informes de contaduría, pruebas oficiales; convoca al acusado y recién emite su dictamen para apartar del cargo al alcalde o funcionario. Si en primera instancia se lo declara inocente, vuelve al cargo. Existen más de 20 alcaldes de nuestro partido afectados por la ley, nos afecta a todos.

Entrevista de Sebastián Lacunza

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