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El estudio de la mirada de los argentinos y de los denominados «líderes de opinión» sobre el mundo devuelve un espejo que ayuda a explicar, en parte, la lógica política doméstica, amén de desmontar ciertos mitos del debate público. A ello contribuye un amplio sondeo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI), que da cuenta de que, por ejemplo, el uruguayo José Mujica enamora menos a la población en general que a sus dirigentes, que el FMI y Fidel Castro necesitan una profunda lavada de cara, y que Brasil ocupa un lugar estelar a la hora de buscar un socio preferencial. Ineludible resulta para un trabajo de este tipo abordar la relación con EE.UU.. La década pasada, con la impronta de George W. Bush al mando de la Casa Blanca, diversas encuestas comparativas percibían entre los argentinos índices de los más elevados del mundo en cuanto a visión negativa del país del norte y de su presidente. Ello se debía tanto la percepción crítica de la reacción del Gobierno republicano ante los atentados del 11 de septiembre de 2001, como el antinorteamericanismo reavivado por la debacle de la economía argentina. La encuesta del CARI (1603 respuestas válidas entre la población en general de todo el país y 170 a «líderes de opinión», realizada entre el 17 y 28 de noviembre de 2010 y próxima a ser publicada), si bien muestra una persistente oleada de entusiasmo con la figura de Barack Obama, marca que Washington pierde centralidad (habrá que ver cómo pesa en la mirada de los argentinos la muerte de Osama bin Laden ocurrida el domingo). Si en el registro anterior de 2006 un 83% observaba a EE.UU. como la principal potencia mundial entre los argentinos en general, esa percepción descendió cuatro años más tarde al 58,5%. Tal caída, en parte, es atribuible al salto en la imagen de China, que ya es vista como el país hegemónico por el 22,2% de los consultados en noviembre pasado, frente al 5% de cinco años atrás. En ciertos aspectos, la población supera en coherencia a su dirigencia. Por ejemplo: en 1998 EE.UU. aparecía entre los «líderes de opinión» (segmento compuesto por referentes académicos, gubernamentales, militares, eclesiásticos, periodísticos y empresariales) como un país con el que era beneficioso relacionarse en un porcentaje abrumadoramente mayoritario (66%), mucho más que lo que creía la población en general (21%). Los sucesivos sondeos registran entre la elite un subibaja sobre lo bueno de vincularse con Washington, que en 2010 se ubicó en el 25%, mientras que entre los ciudadanos comunes la tendencia es declinante pero más estable, y llegó al 9% el año pasado, de acuerdo con el organismo privado que preside el ex canciller radical Adalberto Rodríguez Giavarini. La encuesta fue realizada poco después de la derrota legislativa del Partido Demócrata en las elecciones de mitad de término en EE.UU.. Su presidente no tendría un presente tan complicado si su electorado estuviera compuesto por argentinos, ya que encabeza en estas latitudes la imagen positiva entre los líderes mundiales, con un 70,3% de menciones entre «muy favorable» y «favorable» (ver gráfico). Menos encandilada con el estadounidense parece la elite argentina. A la inversa ocurre con Lula da Silva y, especialmente, con el uruguayo Mujica, admirado por el 80% de los dirigentes, frente al 42,7 de los plebeyos (el 30,8% no sabe). Resulta decepcionante en cuanto a la cultura general local que el británico David Cameron, la alemana Angela Merkel, el chino Hu Jintao, el mexicano Felipe Calderón, el ruso Dmitri Medvédev y el español José Luis Rodríguez Zapatero registren respuestas de «no sabe/no contesta» superiores al 50%. Más frustrante es que Calderón, Jintao, Medvédev y Cameron sean desconocidos por más de un tercio de la supuesta elite. En tanto, Fidel Castro bate todo récord de impopularidad, mientras Chávez, que tiene mala prensa, no es tan mal valorado por los argentinos normales y menos aún por la nobleza. El chileno Sebastián Piñera también quisiera que lo voten los argentinos, dada la popularidad baja y declinante que tiene del otro lado de la Cordillera. A la hora de evaluar la integración internacional, el desarrollo del Mercosur, probable única política de Estado de todos los gobiernos electos de la presente democracia, encuentra un basamento sólido en la opinión positiva de los argentinos (94%) y sus dirigentes (92%), aunque el principal socio es visto, según la encuesta, como más beneficiado. Tal tendencia se extiende a la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), que si bien es desconocida por el 39,4% de los argentinos consultados, del 60,4% restante, 43,6 puntos (el 72% de los que respondieron) la valoran bien. Brasil en particular es observado como el país preferido para incrementar las relaciones para los «líderes», con el 42%, y bastante menos para el pueblo (el 7%), que prefiere a EE.UU. en un 18%. La muestra arroja también un amplio consenso de que las relaciones con el principal socio del Mercosur «han mejorado en los últimos años», del 60,4% y el 71%, respectivamente. La mala opinión que acompaña al Fondo Monetario Internacional (FMI) se haría cuesta arriba incluso para los consultores de imagen más charlatanes. No obstante, la población común parece ser mucho más benévola con ese demonizado (o endemoniado) organismo que los líderes de opinión, con el 7,5% de valoraciones «muy favorables» y un 24% «algo favorables» para los primeros y el 1,8% y el 4,1% para el segmento que presuntamente decide. Existe también una autopercepción más edificante entre los argentinos. El 71% de los 1603 que respondieron indicó que el país es más importante en el contexto mundial que hace 10 años, y el 73,3% de los ciudadanos de a pie y el 72% de los líderes observan un protagonismo creciente en la presente década. Otros datos de interés arrojan que: c Por primera vez hay un segmento importante contrario al desarrollo de una política nuclear (40%), y ello era antes del desastre de la central de Fukushima ocasionado por el tsunami en Japón. c La pobreza (78,2%), la contaminación ambiental (71,6%), el tráfico de drogas (61,2%) y las violaciones a los derechos humanos (44%) son los principales problemas de la agenda internacional para los argentinos. |
Unos tipos con micrófono que insultan más que un hincha desbordado son presentados en las webs y en la tele como apasionados que causan gracia. Antes que ocurrentes espontáneos son, en realidad, violentos equiparables con barrabravas. Es una paradoja que ello ocurra en el Río de la Plata, donde nacieron los mejores relatores de fútbol del mundo. Entre ellos, el mejor, Víctor Hugo. El jugador sublime tuvo al relator sublime. Por su universo de palabras y sus tonos de voz, por sus creaciones artísticas; por su capacidad para leer la jugada y por la precisión de la narración. Casi no aparecen ahora los diálogos que VH presumía entre jugadores o con el árbitro, o el "que sea, que sea, que sea". Pervive el "ta ta ta" y el "no quieran saber". Contemporáneos de Víctor Hugo, hubo y hay relatores brillantes (soy injusto y nombro seis: Juan Carlos Morales, José María Mansilla, José Gabriel Carbajal, el primer Walter Saavedra y el mejor relator argentino que esc
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