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Argentina maquilla sus cuentas gracias a una amnistía fiscal



Sebastián Lacunza
El Correo
Buenos Aires

En el marco de los datos negativos que marcaron la economía argentina en 2016, el gobierno de Mauricio Macri pudo sacar a la luz el lunes un número positivo, que traerá algo de oxígeno a las cuentas públicas. El blanqueo impositivo que lanzó el gobierno argentino en julio pasado sumó en sus primeras dos etapas 100.000 millones de dólares, lo que representa, de acuerdo a las penalidades previstas, unos 6.500 millones de dólares (106 mil millones de pesos) de recaudación para el fisco.
Las propiedades, cuentas bancarias, tenencias de moneda y acciones ahora declaradas suponen nada menos que 20 por ciento del producto bruto interno anual de la segunda economía sudamericana, que es de unos 550.000 millones de dólares. El porcentaje es de por sí impactante, y revela la magnitud de las tradicionales evasión impositiva y fuga de capitales a las que son adictas porciones importantes de las clases media alta y alta locales.
Todo indica el monto “sincerado”- en la jerga del gobierno - aumentará en cerca del 20 por ciento hacia marzo, cuando termine el programa. La oferta estatal consiste en blanquear con penalidades progresivas desde el cinco al quince por ciento sobre lo declarado, de acuerdo al momento del acogimiento, pero incluso la multa podría ser cero si se suscribieren títulos públicos.
No obstante, de acuerdo a la norma aprobada en el Congreso, “sincerar” no equivale a “repatriar”. Los blanqueadores podrán conservar sus ahorros fuera del país, aunque ése no es el punto más polémico.
La ley sancionada había excluido de la amnistía fiscal a funcionarios y sus familiares, un punto clave para el gobierno argentino, que alberga a decenas de hombres y mujeres – incluido el propio Macri – que aparecen como titulares, socios o directivos de empresas registradas en los Panamá Papers. Pero antes de que venciera la segunda etapa del blanqueo en diciembre, Macri decidió derogar la prohibición por vía de un decreto reglamentario, de manera que ahora sus hermanos Mariano y Gianfranco, su padre Franco y otros familiares podrán acogerse al beneficio. A raíz de la modificación, que tomó por sorpresa incluso a algunos aliados, Macri recibió la imputación de un fiscal.
El presidente y algunos de sus familiares ya estuvieron procesados en varias instancias judiciales en los años noventa a raíz de un supuesto contrabando y evasión con autos en apariencia importados, pero en una de las últimas decisiones de la Corte (tribunal) Suprema digitada por el peronista conservador Carlos Menem, los Macri resultaron absueltos.
En el gobierno celebran el dato de lo recaudado como un triunfo contante y sonante, en la medida en que corrigió un poco el abultado déficit de 2016, pero también simbólico. Al fin llega un dato positivo tras un año en el que la inflación se duplicó con respecto a 2015, aumentaron la pobreza y el desempleo, bajó la inversión y creció drásticamente la deuda externa. Números que Macri, un político de origen empresario que llegó al gobierno hace un año con la promesa de iniciar rápidamente una “revolución de la alegría” sobre la base de la “racionalidad económica”, promete revertir en 2017. 
Gracias al blanqueo al que se acogieron más de 250.000 argentinos, el año 2016 cerró con un déficit fiscal de 4,8 por ciento del PBI, según cifras preliminares difundidas ayer por el flamante ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne. Sin dudas, un número alto, similar al que recibió Macri de Cristina Kirchner el 10 de diciembre de 2015, pero podría haber sido peor. Tras un año de baja de impuestos a agroexportadores, mineras y otros sectores de altos ingresos y disminución relativa del gasto estatal en jubilaciones y planes sociales producto de la inflación, el déficit habría sido de 5,5 por ciento del PBI si no hubiera existido el blanqueo.
Funcionarios del gobierno – o exfuncionarios, como el desplazado ministro de Economía Alfonso Prat-Gay al que reemplazó Dujovne en plenos festejos de fin de año - atribuyen el éxito del blanqueo a que las condiciones de la economía son ahora más confiables. Además, durante este año, Macri y sus funcionarios eligieron un discurso comprensivo hacia los evasores, a los que identificaron como víctimas de la “agresividad” de Cristina Kirchner. “Ya no vamos a tener que protegernos ni escondernos”, llegó a decir el Presidente argentino ante empresarios reunidos en la Bolsa de Comercio, en julio pasado.
En cualquier caso, para superar la meta, que duplica el monto de la última amnistía fiscal de Brasil y multiplica por cuarenta la que intentó Cristina Kirchner entre 2013 y 2015, resultaron fundamentales los acuerdos de intercambio de información tributaria con Uruguay, Estados Unidos, Brasil y Suiza, que entran a regir entre este año y el que viene.



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