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Entre la inflación retórica y la realpolitik

Compromisos efímeros, verticalismo y photo-opportunities marcaron la definición de candidaturas

Finalmente, transcurridas tres décadas de democracia, la política argentina se transformó en un campo en el que las palabras tienen la cualidad de evaporarse. Prima una inflación discursiva poblada de términos como fascismo, traición, mafia, asesinato, Goebbels, robo y buitres, pero los perpetradores de los improperios se hacen cargo apenas por un rato. Semanas después de haberle arrojado el Código Penal por la cabeza al rival, todo puede quedar atrás con una photo-opportunity y una frase impúdica: “Dialogando nos dimos cuenta de que nuestras diferencias no eran de fondo”. Tras cartón, llega una adormecedora alusión al “ consenso”.  Como la mayoría de nuestros dirigentes se dejan entrevistar sólo por medios afines, no hay lugar para el ayudamemoria.

Acaso la política local esté imbuida de la renaciente ola cristiana que invita a “poner la otra mejilla”. Por caso, aquellos que recibieron lacerantes acusaciones de Elisa Carrió suelen ensayar una sonrisa cómplice, como quien comprende a un ser humano que no controla lo que dice. Más tarde, la diputada que tiene poderes religiosos ofrece el indulto: “Amo a Del Sel”, “Defiendo a De Narváez”, “Voten al rulo (Lousteau)”.

Por su parte, el kirchnerismo pesca con red.  Verticalistas como Aníbal Fernández o representantes del peronismo de izquierda como Fernando “Chino” Navarro coinciden en que no le reclaman explicaciones a nadie que regresa a sus filas. No importa que el retornado haya acusado al espacio al que pertenecen de los peores delitos. Los oportunistas cruzan de vereda a la velocidad del rayo. Como en la fábula del escorpión, el político que creyó que podía construir una candidatura presidencial cazando oportunistas y con alguna mano mediática, se lamenta al ver la foto de sus efímeros socios rendidos en un despacho de la Casa Rosada. Así las cosas, nadie debería descartar la imagen congelada del propio Sergio Massa extendiendo su mano hacia un funcionario de la Casa Rosada.

La inasibilidad ideológica del peronismo es un dato nada novedoso en la política argentina. Una máxima atribuida al general Juan Domingo Perón lo graficó con claridad:  “Como los gatos, cuando parece que nos peleamos, nos estamos reproduciendo”. Mientras el liderazgo aparezca consolidado (con jefes tan dispares como Perón, Carlos Menem o los Kirchner), las aguas conservan relativa calma.

Si esta semana de vertiginosas definiciones comprobamos cómo las filas peronistas se reagrupaban con espontaneidad en torno a la fórmula Daniel Scioli - Carlos Zannini, un poco menos elegante fue la actuación de referentes de la izquierda kirchnerista. Fueron años de sembrar dudas sobre el gobernador de la provincia de Buenos Aires, hombre de impertérrita indefinición. Si el pragmatismo exacerbado es entendible en gobernadores e intendentes peronistas, la sobreactuación de ciertos intelectuales, militantes sociales y referentes de los derechos humanos puede tornarse patética.

La explicación por excelencia para guardar en el cajón los improperios contra Scioli es que corresponde obedecer a una jugada política de Cristina Fernández de Kirchner (CFK). En efecto, aun los más férreos críticos de la Presidenta reconocen en ella una capacidad estratégica excepcional. Sin embargo, queda en posición adelantada la mera obediencia a la líder — no sólo aceptada sino que declamada — por parte de un sector que debería representar el pensamiento crítico y la coherencia de la militancia frente al “vale todo” justicialista.

El lugar del principismo recayó esta semana en alguien con tenues credenciales discursivas. Florencio Randazzo, emergido del peronismo bonaerense y sin militancia sobresaliente en causas de izquierda, había llegado lejos en sus descalificaciones contra Scioli. El jueves hizo público que no estaba dispuesto a renunciar a sus “convicciones” y se auguró un regreso a las bases a partir de diciembre, despojado de cargos. La osadía de presentarse como un político más cristinista que la propia CFK ya comenzó a dejarlo aislado. Exponentes kirchneristas preideológicos, del ala derecha e inclusive de la izquierda le marcaron la cancha del acatamiento en las últimas 72 horas. No obstante, si Randazzo conserva el temple para armar un espacio político que supere la instancia de los trenes, Siberia puede ser apenas una estación hacia un destino central del escenario político argentino.

La fórmula kirchnerista entre un conservador compasivo y un antiguo militante de izquierda es, en efecto, un sello potente. Sus cualidades no se agotan en esos casilleros. Scioli puede demostrar lealtad a sus heterogéneos jefes políticos, cualidad a la que le agrega una renovada profesión de fe hacia una CFK con alta popularidad. Aunque fuere electo presidente, le costará emprender el camino de retorno. Por su parte, Zannini abrazó al peronismo después de la experiencia setentista en Vanguardia Comunista y la detención ilegal durante la dictadura. El candidato a vicepresidente oficialista es señalado como el más genuino representante del pensamiento de CFK por fuera de la familia presidencial. Secretario de Legal y Técnica durante los doce años pingüinos, Zannini eligió los despachos en la Casa Rosada antes que las cámaras. Desde allí, tejió fluidas relaciones con actores tan disímiles como la izquierda kirchnerista, gobernadores peronistas tradicionales y la Embajada de Estados Unidos. 

Encuestadores de diversa procedencia coinciden en otorgar a Scioli-Zannini la potencialidad de ganar en la primera vuelta de octubre. Así, el “proyecto” podría completar 17 años.

Parte de la explicación para este dato asombroso en la historia argentina puede encontrarse en una desvariada reacción ante la emergencia de Zannini. Ciertos opositores y su entorno periodístico e intelectual no dudaron en encuadrar al candidato a vicepresidente bajo el prisma maoísta, espacio de pertenencia del “Chino” durante su juventud.

Cualquiera que conozca mínimamente el pensamiento y el campo de relaciones de Zannini sabe que su adhesión al ideario de la Revolución China quedó en el pasado. En cambio, en días pasados hubo sesudos análisis sobre las matanzas de Mao, que se conectarían de algún modo con el candidato a vicepresidente de Scioli. ¿No sería más razonable, más cercano para el votante de La Matanza, Puerto Madryn o Posadas, encontrar el flanco débil de Zannini en su rol fundamental en la Casa Rosada desde 2003? Las limitaciones del oficialismo, por más que sean evidentes, difícilmente alcanzarán para desalojarlo del Poder Ejecutivo si lo que tiene enfrente son abordajes fallidos de tal magnitud.

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