Sebastián Lacunza
Buenos Aires Herald
El hecho no está claro. El relato del médico Lino Villar
Cataldo es que el viernes 26 de agosto, al terminar de atender en su
consultorio de Lomar Hermosa, partido de Tres de Febrero, un delincuente lo atacó en
el momento en que se disponía a partir en su automóvil Toyota Corolla. El
ladrón lo habría sacado de los pelos del auto. Según Cataldo, un cirujano de 61
años, el delincuente casi lo atropella cuando al parecer tuvo dificultades para mover el
vehículo. Ello le dio oportunidad al médico para tomar un arma de su propiedad
y matar de cuatro disparos a Ricardo Krabler, de 24 años (según los peritos, efectuados a corta distancia). Desde entonces, Villar
Cataldo está imputado por homicidio agravado por el uso de arma, mientras que
su defensa clama que se trató de “legítima defensa”. La fiscal que interviene
manifestó dudas sobre el relato del médico, aunque no se opuso a su
excarcelación por razones de salud.
Un hecho más de violencia en el Gran Buenos Aires; una
ocasión más para conocer las manifestaciones públicas más degradantes de la
vida pública argentina.
Los comentarios vertidos por periodistas y panelistas de los
medios de comunicación que alientan aberrantes represalias contra supuestos
delincuentes pueden parecer irresponsables, demagógicos y revulsivos.
Representan, en todo caso, el estado de los medios de comunicación en la
Argentina, en especial una televisión que siente una pulsión por alentar el
costado más primitivo de la sociedad.
En cambio, que haya sido la ministra de Seguridad, Patricia
Bullrich, quien prejuzgó y llamó al médico que disparó contra el delincuente
como “una víctima” torna el exabrupto mucho más grave. “La única víctima fue el
médico”, sentenció la ministra sin siquiera tener claros los hechos. Ni el
propio Villar Cataldo parece orgulloso de su “legítima defensa”, según se pudo
ver por televisión.
Pero Bullrich es de las que necesita mostrar siempre el más acentuado convencimiento como modo de reafirmar su lugar de pertenencia, que suele variar. Así de segura sonaba cuando acusaba a Mauricio Macri de "corrupto" (2003), y así debe parecer cuando actúa como una de las principales lanzas de Cambiemos.
El comentario de Bullrich debe ser repudiado por varias
vías. Primero, porque desprecia la vida de una persona fallecida. Su deber de gobernante
corre tanto para el médico Cataldo, inmigrante de Paraguay, como para Krabler,
quien ya no vive. Ambos son sujetos de derechos y merecen un proceso justo. En
segunda instancia, por su notable influencia sobre las decisiones de la
Justicia. A horas de que Bullrich irrumpiera con sus dichos, Villar Cataldo fue
excarcelado. Casualidades de los procesos judiciales argentinos.
Cada vez que los políticos ceden a la tentación demagógica
de alentar la mano dura, las nefastas fuerzas policiales de la Argentina
interpretan que tienen carta blanca para cometer abusos. Las primeras víctimas
de las balas policiales son los jóvenes pobres que viven en los barrios
humildes de las grandes ciudades. Ellos caen en supuestos enfrentamientos, o en
casos de simple gatillo fácil alentado por el prejuicio por el color de piel y
la vestimenta, o porque se resisten a integran las organizaciones delictivas de
las cuales las fuerzas policiales suelen ser cómplices. De acuerdo a la
Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional, el 51 por ciento de
las víctimas del “gatillo fácil” son varones de entre 15 y 25 años, y el 90 por
ciento de ellos son pobres.
No hay demasiadas distinciones políticas en el abordaje
demagógico de la inseguridad. El gobierno anterior tuvo una conducta
esquizofrénica al respecto, con algún tibio intento de reforma de las policías
en conviviencia con personajes a cargo del área como el coronel Sergio Berni,
xenófobo confeso. El opositor peronista disidente Sergio Massa fue el que más
se destacó en la anterior campaña electoral con sus promesas de mano dura y la
intervención del Ejército en los barrios humildes. Con su desparpajo mirando
las encuestas, Massa rompió un consenso democrático desde el gobierno de Raúl
Alfonsín, que vetó la presencia de militares en asuntos internos luego de haber
ejecutado el terrorismo de Estado. Algo deberían preguntarse los supuestos
progresistas como la dirigente Margarita Stolbizer que hoy se dejan seducir por
una alianza electoral con Massa en 2017, cuando no por Mauricio Macri.
En estas páginas elogiamos a la campaña de Macri, que eligió
en 2015 un tono más respetuoso de la ley que Massa, pero ahora parece haber
entrado en la competencia por la mano dura. El gobierno de Macri reivindica a
carapintadas como Aldo Rico y Juan José Gómez Centurión, que atentaron contra
la democracia, y tiende una mirada comprensiva a quienes abusan de las armas.
Lanza además la “guerra contra el narcotráfico”, terminología con luctuosos
antecedentes en otros países de Latinoamérica. La tendencia al extremos relativismo moral ante hechos contrarios a la ley se extiende en palabras comprensivas a los cuentahabientes en paraísos fiscales. Resulta difícil escindir este
abordaje despreciativo de las garantías de un contexto en el que crecen la pobreza y la
desocupación.
El caso de Villar Cataldo y Krabler no es lineal ni
corresponde sacar conclusiones apresuradas. Es probable que el cirujano
paraguayo, que llegó de pequeño con su padre, vivió en una villa de emergencia
y pudo progresar, sea “víctima” y luego “victimario”. Lo
que sí está claro es que los funcionarios irresponsables a cargo de la
seguridad llevan a más muerte de inocentes.