Sebastián Lacunza
Las comparaciones entre procesos y líderes políticos de diferentes países son interesantes, pero riesgosas. La visita de Dilma Rousseff a Buenos Aires la semana pasada y la cumbre del Mercosur hoy en Brasilia dispararon diversas analogías entre la mandataria brasileña, que goza de una alta popularidad fuera y dentro de su país, y su par argentina,Cristina de Kirchner.
En particular, algunos enfoques apuntaron a la relación con los medios de la presidenta brasileña. Al respecto, la hemeroteca regala frases e iniciativas de Dilma y de Lula da Silva para todos los gustos, que son potenciadas por uno y otro lado en estas épocas de lógica binaria en el periodismo. Quien buscó pudo encontrar algo así como"prefiero el ruido de los periódicos al silencio de las dictaduras", palabras dichas ante empresarios de medios.
A su vez, el archivo reciente también proporciona el texto del Programa Nacional de Derechos Humanos 3 en el tramo final del Gobierno de Lula, que en el capítulo de medios, contiene términos muy similares a los fundamentos de la ley que hoy mantiene en vilo a la Argentina, tanto en la diversificación de la propiedad como en el acceso al mercado de organizaciones sociales sin fines de lucro.
Allí están las reacciones del PSDB contra la visión "estatizante" de la comunicación del PT, y de las cámaras empresariales de radio, TV y diarios, que emitieron un texto conjunto el 3 de enero de 2010 calificando el PNDH3 como una "amenaza para la libertad de expresión... flagrantemente inconstitucional". Con la candidatura de Dilma echada a andar, el segundo diario de San Pablo, O Estado, denunció el intento de"instalar en Brasil un régimen autoritario", y en septiembre de ese año, antesala de la elección, publicó un editorial que llamó a votar por José Serra bajo el título "El mal a evitar". La influyente revista Veja advirtió en el fragor de la campaña sobre "quienes continúan rumiando la idea totalitaria del leninismo". Lula, que se calla poco, respondía con igual voltaje, y Dilma denunciaba una campaña en su contra.
Claro que más allá de las palabras amables que se prodigan ambas jefas de Estado, Dilma no es Cristina, ni Globo es Clarín, ni el PT siquiera se aproxima a la mayoría parlamentaria del PJ. El imperio de TV y radio con base en Río de Janeiro tiene un dominio del mercado mucho mayor que el de, por ejemplo, Canal 13 y radio Mitre. El Jornal Nacional, un noticiero con corresponsales en varios países del mundo y de excelente factura técnica, es visto cada noche por varias decenas de millones de personas. Un lugar común afirma que el canal Globo tiene un poder decisivo a la hora de tachar o potenciar presidenciables. La contracara de semejante poder es que el grupo brasileño tiene menos peso relativo que Clarín en el mercado de la prensa gráfica y su posición en el negocio del cable es poco relevante.
Cada país es un mundo. Aquella sangre de la campaña de 2010 no llegó al río en el caso de Globo. El grupo se había sumado a sus colegas en cuanto a las advertencias a la postulante del PT, pero ésta visitó, poco antes del balotaje, a Lily Marinho. A sus 89 años, la gran dama de Globo (hoy fallecida) regaló una definición. Estaba "demasiado vieja para votar", pero de hacerlo, apoyaría a la postulante edificada por el cincel de Lula.
Una frutilla que coronó las quejas que habían vertido tiempo antes hombres del centroderechista PSDB ante la Embajada de EE.UU. sobre un supuesto pacto Globo-PT. La denuncia versaba sobre "masiva publicidad estatal" y la condonación de deudas del grupo Marinho.
@sebalacunza