Un docente argentino que suele dar seminarios en Uruguay, donde es consultado por quienes propugnan un nuevo marco regulatorio de los medios, da la pauta del cauce que lleva la discusión en ese país. En Uruguay, la mejor forma de lograr una ley de medios parecida a la argentina es decir que no se parece en nada.
En eso anda José Mujica, con una frase de cal y otra de arena, y mientras tanto dejando hacer a los redactores de cambios legislativos, fiel a un estilo de león herbívoro que le ha dado frutos en temas conflictivos. Ya avisó una vez que el texto probablemente sería tirado en la papelera.
Si de legislaciones sobre medios se trata, la norma argentina sancionada en 2009, aún con todas las trabas judiciales y la inacción del Gobierno para aplicarla que muchos críticos le señalan, ha activado reflejos en los países vecinos; algunos a favor, otros en contra, sobre todo en la prensa tradicional.
Mujica y Dilma Rousseff han combinado declaraciones sobre la regulación de medios que vistas a la distancia suenan contradictorias, y miradas de cerca se tornan más comprensibles.
Los atisbos de cuestionamientos a los medios por parte de Luiz Inácio Lula da Silva dieron lugar a intercambios feroces con la prensa paulista y la carioca. Hasta ahora, las aguas volvieron a su cauce, con el Partido de los Trabajadores (PT) siempre dispuesto a denunciar a lo que un kirchnerista denominaría la corpo. La marcada minoría del lulismo-dilmismo enseña por qué ese sector sólo se ha limitado a emitir documentos críticos o iniciativas genéricas.
Sin embargo, el PT fue claro a la hora de hablar de la ley de medios argentina. La cumbre del Mercosur la semana pasada en Brasilia fue ocasión para que el partido emitiera líneas al respecto. Según el texto de la dirección del PT, Brasil debe seguir el ejemplo para sancionar una ley de medios que impida la existencia de monopolios, especialmente la concentración de radios y TV en manos de pocas empresas.
El PT siguió con atención la decisión del Gobierno y el Congreso de la Argentina de aprobar la llamada ley de medios. Al contrario de lo que afirman sectores de los medios brasileños, la nueva legislación argentina contribuye a ampliar la libertad de expresión y profundizar las transformaciones democráticas implementadas por los Gobiernos deNéstor y de Cristina Kirchner.
Desde Chile, el panorama es diferente. El disidente de la Concertación y excandidato presidencial Marco Enríquez-Ominami se ha manifestado resueltamente a favor de la legislación argentina, para lo cual viajó varias veces a Buenos Aires, pero fue el único dirigente del primer plano que lo hizo.
Del otro lado de los Andes, el capítulo de la prensa gráfica diaria se presenta como uno de los más concentrados de América Latina, con la existencia de un duopolio casi perfecto entre El Mercurio y Copesa (La Tercera). En cuanto medios audiovisuales, el abanico es más amplio, con un rol cada vez más protagónico de actores extranjeros, como el español Prisa (radio) y el estadounidense Time Warner (TV).
Dirigentes emblemáticos de la Concertación como Ricardo Lagos, Michelle Bachelet y Eduardo Frei se han quejado en público del supuesto sesgo a favor del centroderecha de los medios, pero sus críticos les reprochan que nada hicieron durante sus administraciones para revertir el escenario.
Desde Santiago, María Pía Matta Cerna, presidenta de la Asociación Mundial de Radios Comunitarias, respondió aVIERNES su impresión sobre la ley de medios argentina: Cumple con varios objetivos interesantes, como reservar espacios de radio y TV para el sector comunitario. Es necesaria una regulación en cuanto a los monopolios que vivimos todos, en la Argentina y en Chile.
A la hora de explicar por qué se ha modificado tan poco el esquema mediático que legó Augusto Pinochet, Matta Cerna anotó que en su país no ha habido un movimiento como la Coalición por la Radiodifusión Democrática que hubo en la Argentina. Tal vez hoy estemos más articulados, pero Chile es un país mucho más ensimismado.
Sobre la hipótesis de que un retorno de Bachelet a La Moneda lleve a la práctica una política acorde con las críticas que la misma dirigente realizó al sistema de medios chileno, la especialista dudó de que se atreva a tanto.
La clase dirigente chilena tiene una mala concepción de la gobernabilidad. Se tomó demasiado en serio aquello de que no darle el gusto a un sector de la derecha, no desarmar lo que había dejado Pinochet, iba a complicar al Gobierno.
S.L
En eso anda José Mujica, con una frase de cal y otra de arena, y mientras tanto dejando hacer a los redactores de cambios legislativos, fiel a un estilo de león herbívoro que le ha dado frutos en temas conflictivos. Ya avisó una vez que el texto probablemente sería tirado en la papelera.
Si de legislaciones sobre medios se trata, la norma argentina sancionada en 2009, aún con todas las trabas judiciales y la inacción del Gobierno para aplicarla que muchos críticos le señalan, ha activado reflejos en los países vecinos; algunos a favor, otros en contra, sobre todo en la prensa tradicional.
Mujica y Dilma Rousseff han combinado declaraciones sobre la regulación de medios que vistas a la distancia suenan contradictorias, y miradas de cerca se tornan más comprensibles.
Los atisbos de cuestionamientos a los medios por parte de Luiz Inácio Lula da Silva dieron lugar a intercambios feroces con la prensa paulista y la carioca. Hasta ahora, las aguas volvieron a su cauce, con el Partido de los Trabajadores (PT) siempre dispuesto a denunciar a lo que un kirchnerista denominaría la corpo. La marcada minoría del lulismo-dilmismo enseña por qué ese sector sólo se ha limitado a emitir documentos críticos o iniciativas genéricas.
Sin embargo, el PT fue claro a la hora de hablar de la ley de medios argentina. La cumbre del Mercosur la semana pasada en Brasilia fue ocasión para que el partido emitiera líneas al respecto. Según el texto de la dirección del PT, Brasil debe seguir el ejemplo para sancionar una ley de medios que impida la existencia de monopolios, especialmente la concentración de radios y TV en manos de pocas empresas.
El PT siguió con atención la decisión del Gobierno y el Congreso de la Argentina de aprobar la llamada ley de medios. Al contrario de lo que afirman sectores de los medios brasileños, la nueva legislación argentina contribuye a ampliar la libertad de expresión y profundizar las transformaciones democráticas implementadas por los Gobiernos deNéstor y de Cristina Kirchner.
Desde Chile, el panorama es diferente. El disidente de la Concertación y excandidato presidencial Marco Enríquez-Ominami se ha manifestado resueltamente a favor de la legislación argentina, para lo cual viajó varias veces a Buenos Aires, pero fue el único dirigente del primer plano que lo hizo.
Del otro lado de los Andes, el capítulo de la prensa gráfica diaria se presenta como uno de los más concentrados de América Latina, con la existencia de un duopolio casi perfecto entre El Mercurio y Copesa (La Tercera). En cuanto medios audiovisuales, el abanico es más amplio, con un rol cada vez más protagónico de actores extranjeros, como el español Prisa (radio) y el estadounidense Time Warner (TV).
Dirigentes emblemáticos de la Concertación como Ricardo Lagos, Michelle Bachelet y Eduardo Frei se han quejado en público del supuesto sesgo a favor del centroderecha de los medios, pero sus críticos les reprochan que nada hicieron durante sus administraciones para revertir el escenario.
Desde Santiago, María Pía Matta Cerna, presidenta de la Asociación Mundial de Radios Comunitarias, respondió aVIERNES su impresión sobre la ley de medios argentina: Cumple con varios objetivos interesantes, como reservar espacios de radio y TV para el sector comunitario. Es necesaria una regulación en cuanto a los monopolios que vivimos todos, en la Argentina y en Chile.
A la hora de explicar por qué se ha modificado tan poco el esquema mediático que legó Augusto Pinochet, Matta Cerna anotó que en su país no ha habido un movimiento como la Coalición por la Radiodifusión Democrática que hubo en la Argentina. Tal vez hoy estemos más articulados, pero Chile es un país mucho más ensimismado.
Sobre la hipótesis de que un retorno de Bachelet a La Moneda lleve a la práctica una política acorde con las críticas que la misma dirigente realizó al sistema de medios chileno, la especialista dudó de que se atreva a tanto.
La clase dirigente chilena tiene una mala concepción de la gobernabilidad. Se tomó demasiado en serio aquello de que no darle el gusto a un sector de la derecha, no desarmar lo que había dejado Pinochet, iba a complicar al Gobierno.
S.L