Segundo pedido en dos meses para responder encuestas a periodistas. Más allá del sesgo elemental de algunas de las preguntas, resalta la poca o nula rigurosidad de ambos muestreos. Mandan mails masivos a periodistas surgidos de bases de datos o sugerencias de algún conocido, sin responder a criterios metodológicos básicos (geográfico, tipo de medio, medio, función desempeñada, edad). En el caso de Management and Fit (una de las "grandes" consultoras que publica en Clarín), me llegó la misma encuesta a dos mails, con sus respectivos links. Es decir, podría haber respondido dos veces (voto doble). La encuestadora hizo un listado asombroso de supuestos ídolos profesionales por el que al día siguiente debió disculparse. Recibo una consulta similar de Fopea. Más allá de que es una organización que no merece ninguna confianza, el método reconocido en un sondeo anterior ya sería motivo suficiente para no participar. Básicamente, la entidad consultó a sus socios, a los sugeridos por éstos y a los contactos de Fopea. Es decir, una base acotada, por decir algo, que es presentada como plural y representativa del gremio. El resultado más conocido de aquel muestreo fue que Lanata era el periodista más admirado por sus colegas. Es probable que lo sea -no lo constato en las redacciones o grupos que frecuento-, pero el mecanismo para saberlo no es una encuesta sin criterio metodológico serio. Aun si presumiera buena fe de los que dirigen la encuesta, existe una disciplina llamada sociología, que enseña cómo hacer una muestra representativa. Para tenerlo en cuenta, sobre todo en un ámbito tan propicio para generar premios, premiecitos y premiazos que son estampados en tapas de revistas.
Unos tipos con micrófono que insultan más que un hincha desbordado son presentados en las webs y en la tele como apasionados que causan gracia. Antes que ocurrentes espontáneos son, en realidad, violentos equiparables con barrabravas. Es una paradoja que ello ocurra en el Río de la Plata, donde nacieron los mejores relatores de fútbol del mundo. Entre ellos, el mejor, Víctor Hugo. El jugador sublime tuvo al relator sublime. Por su universo de palabras y sus tonos de voz, por sus creaciones artísticas; por su capacidad para leer la jugada y por la precisión de la narración. Casi no aparecen ahora los diálogos que VH presumía entre jugadores o con el árbitro, o el "que sea, que sea, que sea". Pervive el "ta ta ta" y el "no quieran saber". Contemporáneos de Víctor Hugo, hubo y hay relatores brillantes (soy injusto y nombro seis: Juan Carlos Morales, José María Mansilla, José Gabriel Carbajal, el primer Walter Saavedra y el mejor relator argentino que esc...