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UNEN, en el espejo del Frente Amplio y la Concertación

UNEN, en el espejo del Frente Amplio y la Concertación

Por: Sebastián Lacunza


La tentación de conformar alianzas de "centroizquierda" a la uruguaya (Frente Amplio) o a la chilena (Concertación) sobrevuela la política argentina desde los años noventa. Con el peronismo volcado por entonces a la experiencia del conservadurismo populista de Carlos Menem y el ostracismo del radicalismo por el efecto combinado de su traumática salida de la Casa Rosada y el posterior Pacto de Olivos, quedó vacante el espacio de izquierda moderada que hasta entonces se había acomodado alternativamente en los dos partidos mayoritarios.

Ya en el discurso del disidente peronista Carlos Chacho Álvarez, las menciones a la Concertación chilena eran frecuentes mientras tejía la Alianza del Frepaso con la UCR. Los años pasaron, el Gobierno de Fernando de la Rúa se pareció más al del metepata Jorge Batlle que al de Pepe Mujica, el mapa político argentino sufrió varios terremotos, pero hoy, analistas, medios e integrantes del Frente Amplio UNEN (FAU) se sienten cómodos proyectando la imagen de su coalición hacia las costas uruguayas o del otro lado de los Andes, quizá buscando la identidad que resulta esquiva fronteras adentro.

Más allá de similitudes secundarias, la proyección de modelos argentinos hacia países vecinos adolece de fallas estructurales. Por empezar, el origen. La alianza chilena que comprendían (cambió de nombre y amplió sus integrantes en 2013) los tradicionales partidos Socialista, Demócrata Cristiano y Radical Socialdemócrata, y el más joven Por la Democracia, nació en 1988 como "Concertación de Partidos por el No" a la continuidad del régimen de Augusto Pinochet. La urgencia del momento llevó a sumar formaciones que incluso habían estado en veredas opuestas en ocasión del golpe militar de 1973, con el fin supremo de terminar con la dictadura, de la que todos eran víctimas. Luego, el clivaje político chileno mantuvo el esquema del frente antipinochetista contra los herederos del régimen, identidades que se diluyeron bastante en los últimos años. Así, la Concertación se transformó más en una efectiva herramienta electoral antes que la alianza ideológica o "moral" que era, de cara a una derecha desinhibida y con considerable poder electoral en todas las clases sociales.

En la Argentina, los partidos que reivindicaban a la dictadura no superaron mínimos márgenes electorales en 1983, y más tarde apenas alcanzaron alguna gobernación (Tucumán, Salta), intendencia (San Miguel, Escobar) y unos pocos legisladores. Tan fallida resulta la traspolación de la experiencia chilena a la Argentina, que mientras Chacho Álvarez hilvanaba con la UCR los márgenes de la Alianza, en Chile gobernaba el demócrata cristiano Eduardo Frei, quien no sólo era amigo de Carlos Menem sino que emprendía privatizaciones de sectores que Pinochet había dejado a salvo mientras combatía a capa y espada la detención del dictador en Londres. 

Años después, con otro escenario, desde la otra punta de la Concertación surgirían afinidades con el kirchnerismo, expresadas por el sector más populista del Partido Socialista chileno o por el desprendimiento liderado por Marco Enríquez-Ominami, lo que también vino a complicar las proclamadas transmutaciones.

Las diferencias con el caso uruguayo son más nítidas. La Alianza (nacida en 1997 al calor del antimenemismo) y el FAU (al calor del antikirchnerismo no peronista) tienen a la UCR como el único partido con estructura nacional. Por historia, electorado y vaivenes ideológicos, el radicalismo resulta bastante más asimilable a los partidos Blanco o Colorado que al frente que postula a Tabaré Vázquez para las elecciones del 26 de octubre. La alianza gobernante en Uruguay, surgida en 1971, está conformada por socialistas, extupamaros, comunistas, populistas y otras formaciones de izquierda, para las que las palabras "antiimperialismo", "oligarquía", y Marx han formado parte de su acervo, aunque hoy suenen a mera retórica. El FA también alberga a centristas, como la Democracia Cristiana, pero en cualquier caso, la asociación con la UCR puede ser agradable en los papeles pero choca con la realidad de los barrios y los pueblos.

Los críticos del Frente Amplio UNEN cuestionan las posturas disímiles sobre temas clave que exhiben sus referentes. En este punto, aunque suene paradójico, sí aparecen las semejanzas con las coaliciones chilena y uruguaya. Dentro del frente oriental hay diferencias rotundas ante, por ejemplo, un eventual tratado de libre comercio con Estados Unidos, el Mercosur, el aborto, los juicios por crímenes de lesa humanidad y el combate a la inflación. Más distintas aún parecen ciertas posiciones en el seno de la coalición chilena, que hoy en día alberga desde comunistas admiradores de Hugo Chávez (por ejemplo, la exlíder estudiantil Camila Vallejo) hasta demócrata cristianos que ven con mucha más simpatía a Mauricio Macri que a Cristina Kirchner.

Con el nuevo siglo, frenteamplistas y concertacionistas encontraron una forma similar de resolver sus diferencias. Postulan a un presidente del ala de centroizquierda de la coalición, con marcado liderazgo y carisma para convocar al electorado (Tabaré Vázquez, Pepe Mujica, Ricardo Lagos, Michelle Bachelet). Éste entrega el Ministerio de Economía a un hombre promercado. Luego, los propios mandatarios despliegan su calidad de equilibristas y junto a conatos de rebeldía de las bancadas legislativas contienen lo que sería una política abiertamente liberal si Danilo Astori (Uruguay) o Andrés Velazco (Chile) pudieran decidir por su cuenta. Discutible o no, la fórmula resultó electoralmente exitosa.

Ahora bien, tres aspectos cruciales están presentes en los frentes chileno y uruguayo y no en el FAU argentino.

• No asoma "El Príncipe" con suficiente solvencia como para dominar tensiones y liderar las esperanzas del votante. De los cinco precandidatos de FAU, quien demostró más habilidades carismáticas, Elisa Carrió, parece más dedicada a generar problemas internos que a solucionarlos. Mientras algunos rivales intra-FAU ven hoy a Carrió como un mal necesario para atraer al antikirchnerismo duro, otros valoran su carisma como un bien innecesario.

• Las líneas internas están más o menos claras en Uruguay y Chile. Los partidos llevan sus disputas a primarias, convenciones o mesas de reparto de cargos. En el FAU ello no ocurre. Por caso, en las primarias de agosto de 2013 en Capital Federal, en lugar de agruparse por sectores, todas las líneas internas se acomodaron por el peso de las "personalidades", sin coherencia ideológica. (Carrió-Solanas; Gil Lavedra-Donda-Prat Gay; Lousteau-Terragno). Referentes del sector peronista friendly/centroizquierda giran en U y reclaman una alianza conMauricio Macri (Luis Juez), mientras el socialista Hermes Binner promueve "la mano invisible del mercado" para resolver problemas; el economista Martín Lousteau ("centroizquierda", en sus términos) duda entre UNEN y el PRO; y el cineasta Pino Solanas ("del espacio nacional y popular", en sus términos) busca proteger al Grupo Clarín de la aplicación de la ley de medios que él mismo apoyó. Así, el votante opositor se ve tentado de buscar fórmulas más efectivas aunque no sean enteramente de su agrado.

• Ausencia de disciplina frentista. En las coaliciones de Chile y Uruguay hay visibles tensiones, algunas insalvables, pero una vez que los sectores alcanzan un punto de acuerdo, éste se traduce en votaciones parlamentarias uniformes y con pocas deserciones. En el FAU, en cambio, un tema puede generar en el Congreso votos a favor, en contra, abstenciones y ausencias.

En la mejor de las hipótesis, es probable que las primarias de 2015 otorguen un capitán a un barco que hoy parece a la deriva, y que la hipótesis de acceder al poder haga prevalecer un coro más acompasado por sobre la cacofonía imperante. En ese caso, el 10 de diciembre de 2015 podría asomar como un enigma más importante que ganar una elección.

@sebalacunza

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